A 45 años de la gesta de todo un pueblo contra el derrocamiento de la dictadura somocista, hay quienes todavía le llaman Revolución a lo que existe en Nicaragua y, le conceden a una familia el derecho de apropiación de aquel 19 de Julio, unos porque solo escuchan a la pareja Ortega Murillo y otros olvidándose de quienes ofrendaron sus vidas y de una juventud que lo arriesgó todo por un sueño y que al final se tornó pesadilla, convirtiéndose en otra dictadura.
Irving Larios, con quien conversamos a larga distancia luego de superar inconvenientes en nuestra improvisada grabación, es uno de esos tantos jóvenes de los años 70, quien fue encarcelado durante 17 meses, acusado de “traición a la patria” y desterrado el 9 de Febrero del 2023, junto con 221 nicaragüenses más, cuando el régimen Ortega Murillo sintió tambalear su poder dictatorial frente a la decisión del pueblo de bajarlos a través del voto electoral.
Irving, para quien no ha sido nada fácil casi toda una vida de lucha por ver una Nicaragua libre en donde el pueblo tenga derecho a un salario y un empleo digno, se integró a la lucha contra la dictadura somocista a sus escasos 14 años de edad en Corinto, lugar de donde es originario, pues habiendo nacido en uno de los barrios más marginados lleno de prostíbulos, fueron vivencias “que me llevaron a formar mi conciencia, mi identidad de clase” expresa. Así empezó a participar en movimientos sociales a través de la Iglesia Católica, vinculado al trabajo pastoral del padre, José Chendel, “quien nos animaba a establecer un compromiso con los pobres”, afirma.
Organizado en el Movimiento Estudiantil de Secundaria, (MES), se sumó a huelgas por la defensa de sectores sociales y cuando inicia sus estudios universitarios en Managua empezó “a asumir responsabilidades sin ninguna experiencia”, ante la urgencia de integrar miembros al Frente Sandinista, teniendo sus primeros enfrentamientos con la guardia somocista.
Siendo miembro del Frente Estudiantil Revolucionario, (FER) y del Frente Sandinista, recuerda, cuando en Enero de 1979, lo encarcelaron por primera vez al dirigirse, junto con otros seis jóvenes, a darle acompañamiento a la familia Chamorro en el primer aniversario del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, Director del Diario La Prensa de ese entonces y, con el compromiso de llevar el mensaje de unidad de su organización.
En esa ocasión “fui torturado fuertemente”, ya que le pegaban con “una varilla de hierro” para que denunciara a los otros miembros de las estructuras organizativas del FER y el CUUN (Centro Universitario de la Universidad Nacional), martirio que terminó una semana después por la presión de las protestas estudiantiles y las gestiones del Rector Mariano Fiallos Oyanguren y el Vice-rector Julián Corrales.
Cuando se unió a la huelga de hambre de la madre de Marcio Jáen, un reo político durante el somocismo, nunca se imaginó que años después él iba a ser el protagonista en estar tras las rejas después del triunfo revolucionario del sandinismo. “La captura en la dictadura de Somoza y mi última captura fueron igualitas, idénticas, con lujo de violencia”, expresa al referirse a la también ejecutada por la dictadura Ortega Murillo, ya que ambas fueron con un despliegue militar descomunal. “Fuiste guerrillero, vos sos un tipo peligroso”, fue lo que le argumentó quien dirigió el operativo, en el 2022, frente al cuestionamiento de Irving, sin embargo, “estaba desarmado, ni una aguja tenía”, lo dice con un poco de humor.
No era desconocida, la participación activa que Irving tuvo en distintos barrios de la capital, durante la insurrección final que concluyeron con el Repliegue hacia Masaya, y también en la liberación de Jinotepe, lugar donde recibió la noticia del triunfo, ya que se encontraba herido con un charnel en un ojo, pero la alegría del triunfo del 79 le duro muy poco, ya que su posición crítica por la “exclusión de la gente que verdaderamente había hecho la lucha contra la dictadura”, además, del rumbo de la Revolución que consideraba no llevaba al cambio por el que se había luchado, lo hizo ser víctima de una serie de acciones en su contra que empezaron con el retiro de su militancia y años más tarde, después de haber asumido responsabilidades a nivel de estructuras universitarias y militares, lo echaron preso en el 86 por afirmar que “era una guerra civil entre campesinos y unidades militares del ejército”, lo que se estaba realizando durante los años de guerra con la contra.
A pesar de lo experimentado, asumió responsabilidades partidarias en el campo internacional, las que terminó en el 93, “cuando los Ortega se tomaron el Frente, yo ya no volví más”, afirma. A partir de allí empezó a trabajar en distintos campos e instituciones y como defensor público de derechos humanos integrales, comprometido siempre con la sociedad civil, volviéndose una vez más una amenaza para el partido Frente Sandinista cuando éste regresó al poder, razón por la que fue encarcelado y expatriado de la tierra que lo vio nacer.
A pesar del cambio brusco de salir de la cárcel y ser enviado a un país ajeno, Irving, no desmaya en su lucha por superar las dificultades de su nueva realidad y se mantiene agrupado y activo para apoyarse mutuamente con quienes se encuentran en la misma situación, pero sin perder de vista el “compromiso en cambiar Nicaragua”, porque para Irving “en el país existe un ejército y una policía para reprimir al que protesta, lo que tiene contento a los grupos económicos” del que ahora también forma parte la familia dictatorial.
“La revolución se acabó, la mataron los Ortega”, finaliza diciendo de forma tajante, este luchador incansable que resiste cualquier ataque, aún con sus 60 y resto de años y convencido de que el cambio llegará a su patria, Nicaragua.
(Colaboración de Aleyda Donaire).
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