La concentración del poder político-administrativo en manos de los aprendices de dinastas, no tiene empacho en arrasar con toda institución vinculada a la construcción de un Estado moderno, principalmente de aquellas que durante le etapa de precario y desaprovechado Estado de Derecho, estaban orientadas a fortalecer el desarrollo institucional de los municipios, el fortalecimiento de los gobiernos locales y la administración pública municipal. La ignorancia y el desacierto jurídico-político son definitivamente características concomitantes de la pandilla de delincuentes atrincherados en El Carmen.
El último episodio, en la acelerada e imparable espiral de destrucción de la institucionalidad del país, es el cierre del Instituto Nicaragüense de Fomento Municipal (INIFOM), consumada a manos de los sicarios de la Asamblea Nacional el recién pasado 12 de julio; el INIFOM, facilitó durante los años de frágil democracia, la creación de capacidades locales en el plano técnico-administrativo y jurídico-político, y en menor escala, en los planos económico, ambiental y educativo, pero aún con las limitantes propias de la evolución democrática del país, tanto los cargos de elección popular como los designados a cargos administrativos a nivel local (municipios), ejercieron sus funciones sin la vigilancia de comisarios políticos, pudiendo expresar libremente ideas que hoy día son impensables.
Recuerdo al profesor y alcalde sandinista de San Isidro, Matagalpa, a fines de los años 90 (ya fallecido), quien en una asamblea municipal con representación de diversos actores municipales (ONG´s, autoridades ministeriales, policía, ejército, delegados comunitarios y organizaciones de la cooperación internacional), dijo, que cuando ganó la alcaldía lo hizo como sandinista, pero como alcalde, se quitaba la camisa rojinegra, para ponerse la camisa de alcalde de todos los sanisidrenses. Incluso en municipios mucho más grandes, como Ocotal, Estelí, Somoto o Matagalpa, que estaban también regentados por alcaldes sandinistas, las oficinas de estos, eran de puertas abiertas, y los proyectos dirigidos a mejorar la vida en los municipios, eran bienvenidos en un ambiente de cooperación, coordinación y transparencia, lo que estimulaba la ampliación de la cooperación con los agentes de desarrollo nacionales y extranjeros. Es evidente que esa funcionalidad es incompatible con la actual política de concentración de poder, control de los recursos financieros y consolidación de la cleptocracia burocrática familiar.
La dictadura no gobierna, reprime. No administra, saquea. No planifica, reacciona. Su edificio político está en ruinas y su modelo económico está fosilizado; sus vías de escape se estrechan cada día más, y sus grandes asociados externos, han demostrado que no arriesgarán para su sobrevivencia, más allá de la retórica propia del interés geopolítico y un carente interés geoeconómico. Y de sus grandes asociados internos, ni hablar, sólo esperan el desenlace final, para lanzarse oportunistamente y danzar sobre su cadáver.
Ezequiel Molina
Julio 16, 2024
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