Opinión / Ensayos · 12/05/2020

¿Qué aprender de Venezuela? – Edmundo Jarquín

A pesar de la pandemia, que ocupa la atención mundial, se abrió paso la información procedente de Venezuela sobre una supuesta invasión militar, tan mal organizada como desafortunada, pues se reportan varias víctimas, que el juicio de todos los analistas y periodistas es que su organización pareció una opereta, por inverosímil y disparatada. Por eso decimos, supuesta. Además, tan inofensiva, que el gobierno de Maduro conoció de sus planes con suficiente anticipación.

Una víctima política indirecta de la bufa trama sería Juan Guaidó, líder de la Asamblea Nacional, a quién más de cincuenta países reconocen como Presidente en funciones, porque algunos personeros de la oposición en el extranjero aparecieron vinculados al disparate, aunque él no haya tenido vínculo directo con esa opereta.

En efecto, hay sectores de la oposición en Venezuela tan desesperados por la radicalización de Maduro, que ha sumido al país en una crisis humanitaria, incluyendo la  cancelación de opciones negociadas y por tanto electorales, que buscan vías diferentes a las que lidera Guaidó.

Como Venezuela jugó un papel muy importante en la consolidación dictatorial de Ortega, por la generosa cooperación petrolera, y otras asociaciones que vinculan a Maduro y Ortega más allá de la retórica, internacionalmente se asocia a los dos países, a pesar de importantes y numerosas diferencias entre ellos.

Para empezar, todos los que se oponen a Ortega están por la vía pacífica, y fueron protestantes pacíficos los masacrados en abril. Tampoco Nicaragua tiene el interés geopolítico que Venezuela, con una masiva presencia cubana, aunque Ortega lo intentó con el canal interoceánico. En tercer lugar, mientras la Policía se involucró abierta y directamente en la sangrienta represión, y el Ejército permitió el accionar de los grupos armados paraestatales o parapoliciales, popularmente conocidos como paramilitares, como institución militar el Ejército ha reiterado su compromiso con una solución pacífica a la crisis política. Finalmente, y como dijo el ex diputado Jáuregui, quién el año pasado presidió la delegación del Parlamento Europeo, el próximo año habrá elecciones en Nicaragua.

El punto de convergencia de las presiones y sanciones de la comunidad internacional, de la unidad de la oposición, de la Iglesia Católica y otras denominaciones cristianas, de los empresarios, de las organizaciones sociales y de la opción que respalda la institución militar, es la vía pacífica y que esas elecciones sean creíblemente democráticas. Sin que sean creíblemente democráticas, no hay vía pacífica.

Y para que lo sean, deben ser con reformas electorales, sin Estado de Sitio, sin presos políticos, sin exiliados, sin represión, con libertad de expresión y justicia, como única opción para que la crisis política y sus consecuencias económicas tengan solución. Ortega tratará de retrasar esas condiciones, pero si no hay tiempo suficiente, tampoco serán creíblemente democráticas.