Opinión / Ensayos · 19/04/2024

A seis años de abril

De la Introducción del libro: ¿Que pasó en Nicaragua?

Ing. Roberto Samcam Ruiz | Mayor en Retiro

Nicaragua vive momentos históricos dramáticos, la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo se consolida de la mano y respaldo de sus pares cubanos y venezolanos, pero sobre todo de una represión despiadada e indiscriminada. Desde su llegada nuevamente al poder en el 2007, logró construir, pacientemente, un sistema político, económico y social que tenía como meta la Cooptación, Captura y Reconfiguración del Estado nicaragüense. Un sistema que no habría sido posible sin la Cooperación Petrolera Venezolana, el cuerno de la abundancia que hizo posible que los “ríos de leche y miel” bañaran a todos aquellos que estaban en la lista prioritaria de las personas e instituciones a cooptar.

Durante 11 años, el sistema funcionó de acuerdo con los planes trazados, no hubo quien se resistiera a los millones de dólares que alegremente se embolsaban los “enlistados”. Militares, empresarios, políticos, alguno que otro religioso, y hasta el pueblo pobre fue objeto de la cooptación, presa del populismo irresponsable y de los beneficios, aparentemente gratuitos, que llegaban de la mano del partido, a cambio de lealtad, de conversión a “borregos de desfile” de los abandonados de siempre. Todos se llevaron su parte del pastel, solo que, a los últimos, a los olvidados de toda la vida, le tocaban las migajas del festín. Pero todos estaban contentos, o parecían estarlo…

La corrupción corría a galope tendido, surgían nuevas empresas, nuevos millonarios, los que ya tenían engordaban aún más sus cuentas, y todos hablaban de las maravillas de un modelo ejemplar y modélico, que se debía exportar al mundo entero. Pero como todo en la vida tiene su fin, el modelo en cuestión también tenía sus días contados. El final llegó con las Brisas de Abril, el mes que antecede al invierno, en la forma de un imponente despertar. El pueblo se tomaba las calles y ponía en jaque al sistema que Ortega venía construyendo laboriosamente. El régimen se tambaleaba al ritmo de marchas y tranques. Los tranques, ahora malos, fueron los que durante 16 años sometieron a tres gobiernos elegidos democráticamente, azuzados, alentados y dirigidos por él. Y la respuesta provino de las armas, del único lenguaje que habla quien durante toda su existencia ha vivido sumergido en la violencia.

Y llegaron los Crímenes de Lesa Humanidad y apareció de pronto una legión de asesinos que primero se llamaron “Parapoliciales” y luego mutaron a “Paramilitares”, una fuerza creada por el Ejército de Nicaragua. El horror se trasladaba del campo a la ciudad, ya que durante años los crímenes en la zona rural eran solo anécdotas de sitios lejanos, noticias de un día que un nuevo evento la sustituía, ahora estaban en el barrio, en la cuadra, eran los amigos, los conocidos de años, quienes engrosaban las listas de asesinados.

Y se inauguró el imperio del terror, se implantó una Política de Terrorismo de Estado y se afianzó una dictadura familiar, que después de 17 años consecutivos en el poder, busca como transformarla en una dinastía, al mejor estilo norcoreano. La salida a esta crisis, que se extiende desde el 2018, se ve difícil, pero no imposible. La dictadura tiene demasiados flancos débiles y ha profundizado su proceso de implosión, inevitable, lento, pero progresivo e indetenible, causado por su propia voracidad, que al igual que Saturno de la mitología romana, devora a sus propios hijos, sean estos militares, policías, funcionarios, empresarios, políticos, miembros del partido o cualquiera que sea denunciado por la plaga de soplones e informantes que pululan en los barrios.

Sin embargo, como lo ha demostrado la historia, en nuestro país las dictaduras tienen fecha de caducidad y aunque el horizonte se vea oscuro, hay luz más allá de estas tinieblas pasajeras. La Unidad del pueblo que se opone a esta nueva dictadura es imprescindible, Nicaragua lo logró en dos ocasiones, esta vez también lo hará, no me cabe la menor duda. Ortega será el recuerdo fantasmagórico de una época, condenada a ser estudiada en los libros de historia por las nuevas generaciones, como la larga noche oscura que tuvo que atravesar el pueblo nicaragüense, para no repetir los errores del pasado. Habrá Patria después de Ortega y la habrá para todos.

LA DICTADURA EN MODO VENGANZA

Como todos los años y a partir de 2018, Abril significa para el régimen la ruptura del modelo de control y sumisión que habían practicado exitosamente durante 11 años. Afanosamente construyeron un sistema excluyente y elitista que les funcionó a la perfección, logrando alinear a militares, policías, empresarios, sindicalistas, sectores populares y hasta buena parte de la Comunidad Internacional, que celebraba los “éxitos del Modelo de Dialogo y Consenso” y se atrevían a ponerlo como ejemplo a seguir para Latinoamérica. Todo eso se vino al suelo estrepitosamente hace seis años.

La pérdida de las calles en abril de 2018 fue el episodio más traumático que ha vivido el sandinismoorteguismo- murillismo, solamente comparado con la pérdida de las elecciones el 25 de febrero de 1990. La narrativa oficial, después de 2007, planteaba que, si perdían las calles, perdían el poder. Y durante tres meses perdieron ambas. El partido, el FSLN, días antes, era la organización todopoderosa, omnipotente y omnipresente, luego del 18 de abril desapareció por completo de las ciudades, la prepotencia que les caracterizaba se hizo humo ante la masividad de la ciudadanía en las calles, marchando cívica y pacíficamente, enarbolando la única bandera que nos une y nos representa a todos, la azul y blanca.

Mucho se habla de los métodos de defensa que sectores populares decidieron utilizar ante los reiterados ataques de los fanáticos del régimen. La aparición de los parapoliciales marcó un antes y un después, no fue al revés. Quienes aparecen desde el mismo 18 de abril en las inmediaciones de la UCA en Managua, disparando a diestra y siniestra a estudiantes desarmados, fueron ellos, no fue al revés. Fue la policía de Ortega y Murillo quien los reclutó, los organizó, los armó y los dirigió. Las primeras víctimas no fueron policías o parapoliciales, fueron estudiantes.

Los tranques y las barricadas fueron la respuesta lógica que la ciudadanía implementó para resguardar su integridad y su vida ante los ataques de policías, parapoliciales y fanáticos del partido en el poder, muchos de ellos con experiencia militar durante la guerra de los años 80’s, quienes daban sus primeros pasos en la construcción de la fuerza paramilitar que tendría el peso fundamental en lo que se vendría después.

El régimen tuvo que reeditar la Operación Limpieza ejecutada por Anastasio Somoza en septiembre de 1978 para aplastar la insurrección del pueblo en contra de la dictadura somocista. Julio de 2018 desnudó por completo a Daniel Ortega, a Rosario Murillo y a toda la claque enquistada en el poder desde el 2007. La masacre perpetrada por el régimen dio pie a la comisión de Crímenes de Lesa Humanidad, crímenes señalados por organismos internacionales defensores de los derechos humanos. Eso es lo que recogerá la historia en el futuro, cómo un régimen asesinó a mansalva al pueblo que se expresó en las calles de manera cívica exigiendo el derecho a la democracia, a la institucionalidad, a elecciones libres, al respeto a la constitucionalidad del país, a la libertad de expresión, de movilización, de asociación.

A partir de aquí, el régimen decidió el camino liso y llano de construir la dictadura dinástica con la que siempre soñaron. Se despojaron de las caretas y siguieron la ruta del aislamiento, de la represión, de la copia al carbón del “Modo cubano”, militarización, partido único disfrazado, control total y absoluto del pais, transformación cultural de acuerdo con la narrativa hegemonista del poder, enriquecimiento ilícito, persecución a la Iglesia Católica, encarcelamiento, expulsión, desnacionalización, confiscaciones, en fin, nada que envidiarle a los peores regímenes autocráticos, dictatoriales y autoritarios del mundo.

Y todos los años, para estas fechas, reeditan la persecución en Modo Venganza, encarcelando, asesinando y persiguiendo opositores o sospechosos de serlo y de haber participado en los tranques, para satisfacer sus más bajos instintos criminales y para darle gusto a una recua fanatizada, acomplejada y sedienta de sangre. La saña es, entre otros, contra los expresos políticos y sus familiares, son los que cargarán las culpas, los señalados por los dedos vengativos de la cúpula sandinista-orteguista-murillista, sin poder defenderse de la impunidad de quienes todavía conservan las armas que asesinaron al pueblo hace seis años. Claman venganza, quieren seguir ensangrentando al país y hablan de paz y reconciliación, continúan asesinando a mansalva sabiéndose impunes.

De acuerdo con lo anterior, conocimos a través de los medios el 16 de abril del corriente, el asesinato de Carlos Alberto García Suarez, “Chalón”, ciudadano jinotepino, expreso político quien fue encarcelado en 2018 y liberado mediante la amnistía de 2019. García Suarez apareció en un basurero asesinado y quemado, un crimen de odio sin lugar a duda y que apesta a venganza. El móvil evidente, en otra Nicaragua, donde la policía no sea un ciego instrumento del régimen, daría pie a una investigación seria y responsable, en la que pronto aparecerían fácilmente los sospechosos. Sin embargo, este infame crimen no tendrá ninguna investigación, mucho menos culpables. Probablemente determinen que se mató y posteriormente se quemó el mismo, no les interesa ni siquiera guardar las formas, la impunidad es total y los asesinos tienen rienda suelta para consumar sus venganzas personales, sentimiento que les corroe el alma desde hace seis años. El crimen cometido en contra de Carlos Alberto García Suarez es la prueba más fehaciente de la sed de sangre de los criminales que tienen las riendas del país, pero creo firmemente que llegara el día en que la Justicia brille en nuestra patria.

Carlos Alberto García Suarez, “Chalón”, expreso político cuyo cuerpo quemado apareció en un basurero de la ciudad de Jinotepe. Foto tomada de La Mesa Redonda.