Opinión / Ensayos · 28/12/2023

Balance de la oposición política de dos mil veintitrés

*Danny Ramírez-Ayérdiz

La oposición política nicaragüense en su amplio marco y arco ha tenido resultados débiles respecto de hacer un contrapeso capaz de confrontar a la dictadura en este año. Uno de los hechos que lo demuestran es que la comunidad internacional no está convencida de poder trabajar con un liderazgo fuerte y consolidado porque no lo hay. Ni los gobiernos que han demostrado su abierto rechazo por las violaciones de derechos humanos de Ortega y Murillo, parecen estar convencidos y por tanto no han demostrado esos “golpes de escena” donde un conjunto de referentes opositores en el exilio se reúna con el presidente o primer ministro de un país.

La dictadura es atroz y profundamente perversa. No obstante, en el exilio está una importante cantidad de opositores que pueden hacer contrapeso en términos éticos y políticos al régimen. Pero no. Voy a explicar, desde mi modo de entender las cosas, tres puntos débiles de la oposición política: fragmentación, autoritarismo e improvisación.

Antes de la expulsión de los 222, existió una sensación y narrativa de que el proceso de unidad no avanzaba porque todo “el liderazgo opositor” estaba encerrado. O casi todo. Nótese que esta fue una de las tantas narrativas previo al vuelo de la esperanza. Sin creer que ninguno de esos 222 tuvieran la obligación de aparecer inmediatamente en la lucha contra Ortega por los estragos de la prisión injusta, aun con ello con el transcurrir de los meses empezaron a aparecer los rostros y los grupos y al mismo tiempo una sensación de decepción en los que esperaban la libertad de muchas de estas personas con ansias, con esperanza.

No es que sea negativo que haya grupos de opositores -en toda oposición en el exilio siempre hubo desacuerdos respecto de cómo plantarse contra una dictadura-. El punto aquí es que esos grupos aparecen aún sin una fuerza capaz de articularse y aglutinarse, dejando por un momento las diferencias y plantear un objetivo común frente a la dictadura. Los audios de Félix Maradiaga dejaron esto en evidencia. La fragmentación, más que por la ausencia de puntos en común, se debe al exceso de protagonismos.

La mayoría de los grupos me contó una opositora política “no estaban preparados” para establecer una organización común, cuando, por ejemplo, nosotros desde CALIDH propusimos un órgano representado por todos los sectores que habían participado en la lucha contra la dictadura desde el 18 de abril de 2018. Luego presentamos nuestras sugerencias para llevar a Nicaragua a la transición y las tareas al respecto de la oposición política. En esa ocasión, otra persona me dijo que “todavía no era el momento”. ¿Y cuándo es el momento tanto para establecer un órgano como una estrategia común? -me pregunté- Hubo eco, pero no escucha. Incluso una despreciable persona exiliada en Costa Rica acusada de maltratar a sus cercanos nos dijo que nosotros no deberíamos meternos en política. ¿Somos los defensores de derechos humanos los beatos de la política o la noción de lo político está tan restringida, corta y añeja en esos adultocentrismos que prevalecen aún?

La veleidad de los grupos no les permite articularse porque cada cual jala para su molino y no quieren perder según sus imaginarios -porque no son materiales o notorios- sus réditos políticos. Como parte de esta fragmentación que debilita la lucha, es que hay personas que andan en todo. Forman parte de todos los grupos, grupos y grupos que van naciendo. Esto se parece a las famosas iniciativas previas a la represión, como “el grupo de los doce” todos vestidos de blanco, solo por mencionar, que ya no existe. ¿Existió? Así, hubo otras supuestas articulaciones opositoras que solo duraron ni bien habían salido de los salones de los hoteles donde se habían presentado con jugo de naranja y agua helada.

Andar de allá para acá, conducta que observo en algunos, parece que estos ambicionan salir una y otra vez en las fotos, videos y entrevistas como para que la memoria de la población no los olvide al momento de elecciones democráticas o elecciones realizadas por algún poder del Estado. Estrategia por demás mezquina y egoísta.

Los únicos que ganan en este fragmentarismo son los ultras que, aferrados a sus prejuicios de todo tipo y su visión anti todo, sorpresivamente resultaron ser un bloque unificado para despotricar. Despotrican contra todo, porque están furibundos de veneno, azotados por buscar en la gente pedigrís de pureza ideológica. Personas sin pasados o los que tienen pasados, les sacan los expedientes reales o ficticios, acompañados con una sarta horrorosa de ofensas.

En cuanto a las dos características pendientes, el autoritarismo y la improvisación, voy a ser más breve e incisivo. Ya lo mencioné en otros artículos: varios de los líderes políticos-opositores se han auto impuesto como voceros de la lucha. Sin que nadie los elija, repiten las prácticas y conductas de los cacicazgos que aunque creímos quedaron en el pasado por la limpieza de la masividad de las protestas de abril, esos males aún se repiten en el presente. Una noción totalmente antidemocrática, cuando democracia es lo que más se necesita en la oposición política como piedra de toque si quieren llevar a Nicaragua a la transición. Los personalismos ya los ejemplificaba Félix en sus audios. Otros referentes este año salieron con ideas locas de opciones armadas que tanto dolor le ha causado a Nicaragua.

No obstante, lo que para mí de este aspecto me resulta más vomitivo es el turismo político y es turismo porque no necesariamente o son efectivos los resultados o sirven únicamente a la auto exaltación del turista. Asimismo, es deleznable el robo de las luchas ajenas y la ausencia de invitación de participación de las personas que han sufrido por los crímenes de la dictadura. Hablan en nombre de, en lugar de darle la voz a. Apropiarse de las luchas ajenas es autoritarismo. Recuerdo que estuve en un programa con algunas directivas de las Madres de Abril y ellas se quejaban de cómo se utilizaba su lucha y nadie las llamaba para contribuir en otras causas. Incluso, mencionaron episodios donde una persona de un apellido sonoro en Nicaragua las maltrató cuando iniciaban sus reclamos por justicia.

En cuanto a la improvisación, creo que no hay mucho para decir: no hay una agenda, ni una estrategia, una hoja de ruta, ejes programáticos, manifiestos políticos unificada. Tal vez no los conozco o ¡que alguien me los pase! En mi opinión, esto da cuenta de la profunda falta de consciencia de la seriedad política que se requiere para llevar a Nicaragua a la transición, para acelerar, en la medida de lo que pragmáticamente se pueda, el fin de la dictadura. No: todo está apenas a nivel de grupos, discursos trillados y cacicazgos. Yo quiero hacerme responsable de lo que aquí he dicho y aclaro que no echo a la gente en la misma bolsa, hay resplandecientes excepciones que al leer este artículo sabrán si entran o no en estas observaciones. El hacerme responsable de lo que escribo tiene que ser así y además, es porque a mi lengua y a mis dedos en el teclado nadie les pone precio y yo digo lo que se da la gana sin filtros y prescindiendo, felizmente, de lo políticamente correcto, con el claro límite de la dignidad y el respeto de los derechos de los demás.

Finalmente, salvando las excepciones del caso, sigo creyendo con firmeza que son los medios de comunicación y los organismos y defensores de derechos humanos en marco amplio de sus agendas y sus luchas, los únicos que siguen una línea de oposición común día a día contra el régimen. Los medios y los organismos son los que denuncian, los que documentan, los que, al visibilizar las tropelías de la dictadura, ejercen un papel constante, sistemático y sostenido aun con las limitaciones de todo tipo para ejecutar estas acciones. De ahí que, desde CALIDH, insistamos constantemente, en que la transición se deberá a los organismos de víctimas y sus familiares y no al revés. Lo mismo que el restablecimiento de las libertades de prensa y derechos que le acompañan: ningún político podrá decir que “dio” estas libertades. El restablecimiento de las libertades, en recuerdo de Ángel Gaona y el doctor Pedro Joaquín Chamorro, se deberá a los medios, periodistas, a ellos y solo a ellos.

** El autor es secretario ejecutivo de CALIDH y docente de derechos humanos.