Opinión / Ensayos · 07/09/2023

El caso de los líderes silenciosos

Determinar cuál es el eslabón más débil del modelo político nicaragüense es un ejercicio intelectual y de análisis práctico en extremo aventurado, y es que la ansiada y nunca lograda democracia, no alcanzó en la región, Nicaragua a la cabeza, un nivel de desarrollo más allá de lo incipiente; el quehacer político, convertido en fuente de enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias y colusión con las élites económicas, no ha sido un ejemplo de compromiso con el Estado de derecho, la prosperidad y la honestidad en el desempeño del servicio público.

Más allá de las dictaduras, pasadas y actual, y de un episodio de fallido ejercicio democrático, que por dieciséis años no encontró la vía para desmontar el aparataje corrupto e ideologizado del poder político, el servilismo de los aparatos de defensa nacional y seguridad pública y un modelo económico anti liberal. Nos encontramos ahora, en una posición extremadamente compleja, de ahí que la ciudadanía, una vez convertida en electorado, es altamente dúctil y permeable a la actual oleada de políticos anti sistema, que desde los extremos de derecha o izquierda, culpan a la clase política y a la democracia, como únicos autores de los males generados por causas más estructurales, que erosionan sistemáticamente la cohesión social a través de un modelo de distribución del ingreso extremadamente desigual, y un débil Estado nacional, dirigido por mafiosos metidos al oficio de políticos, que comprometen el desarrollo futuro económico y social del país.

El escenario político esperado, una vez abatida la dictadura sandinista, es poco menos que desolador: un sistema de partidos políticos básicamente inexistente, una limitada cultura y experiencia de participación democrática ciudadana, afectada por la desaparición forzada de las organizaciones de la sociedad civil proscritas por el sandinismo, y un autodenominado y dividido liderazgo político diseminado en el exterior, que difícilmente puede representar los intereses de las mayorías. A lo anterior habrá que añadir la muy probable acción desestabilizadora del ala más radical del fanatismo sandinista, haciendo todo lo posible por hacer colapsar todo intento que conduzca a la democracia.

Esperamos que, aun con sus debilidades, el liderazgo político esté analizando las condiciones mencionadas, que a la luz de un diagnóstico serio, elaborado por especialistas, podría resultar superficial; sobra decir que el silencio guardado en este tema y otros de interés ciudadano, no abonan a una actitud positiva y propositiva del nicaragüense promedio. Es crucial, en este momento en que el grupo armado al servicio personal de Ortega y sus secuaces, ha declarado públicamente su adhesión servil a la dictadura, los grupos dedicados profesionalmente a la política, independiente del origen de los fondos con que operan, establezcan su posición frente a tan peligrosas afirmaciones. La ciudadanía sigue a la espera, tienen la palabra señores.

Ezequiel Molina

Septiembre 6, 2023.