Opinión / Ensayos · 29/01/2024

El comandante sin uniforme

Cada vez que con toda pompa se menciona al laureado escritor Sergio Ramírez, trato de imaginar su rol en las reuniones de la desaparecida Dirección Nacional, órgano que fungió como el núcleo de poder de la organización armada FSLN, en las que se decidía el futuro de un país asolado por caudillos, invasores, dictadores y oligarcas. Suponemos que por ser el único letrado en materia de derecho, se convirtió en el oráculo de los nefastos nueve comandantes, y seguramente las leyes más abyectas fueron redactadas bajo su dirección y supervisión directa. Cuentan, quienes vivieron esos “dorados” años de la revolución, que en la calle se mencionaba a Ramírez como “el décimo comandante”, y una vez que Ortega se autodenominó presidente de la República en unas ficticias elecciones, los comandantes pasaron a un segundo plano…menos uno, “el décimo comandante”; de hecho, pasó a ocupar el cargo de vicepresidente, y entonces se le mencionaba como “el poder tras el trono”.

Pero esa es agua que corrió bajo el puente, y probablemente nunca lleguemos a desentrañar la verdad de los roles jugados por cada uno de aquellos personajes que ocuparon cargos de relevancia durante los diez años que duró esa tragedia, la cual no hemos logrado superar, y más bien, en estos últimos diecisiete años el pueblo nicaragüense ha vivido una reedición “aumentada y corregida” de aquel funesto episodio revolucionario.

Daniel Ortega, acompañado de una silenciosa, dulce y sonriente Rosario Murillo, desfiló por calles y caminos pidiendo perdón al pueblo de Nicaragua y “jurando hasta con los dedos de los pies”, prometió que nada de lo sucedido en la década de los ochentas se repetiría; el pueblo elector, olvidando el sufrimiento propio, y la parábola de la víbora del desaparecido cardenal Obando, cayó en la trampa. Pero aún con toda la falsedad de esa promesa, Ortega ha sido el único que ha rogado perdón, ni los comandantes de la Dirección Nacional, tampoco “el décimo comandante”, han hecho algo similar…aunque sea de mentiras.

Pudiera el señor Ramírez, a través de su prolija pluma, detallar los entresijos de aquellas aciagas decisiones, que además de tener un marcado sesgo político-ideológico, también cargaron graves delitos y crímenes de toda índole, mismos que se proyectaron estratégicamente para terminar con el frágil y mal administrado proyecto de práctica democrática que duró dieciséis años. Pasaría al salón de la admiración suprema el señor Ramírez, si heredara al pueblo de Nicaragua esos secretos, los que serían de ayuda innegable para curar las heridas que desde antes de 1979 claman por una verdad, que aunque no será absoluta, pueda cimentar la confianza y el apego a la verdad y la justicia que tanto necesita el pueblo de Nicaragua. Señor Ramírez, siendo usted un hombre de derecho, debe dar ese paso fundamental que nos haga entender de la suprema necesidad de un proceso de Justicia Transicional. Todos, incluyendo los perpetradores de crímenes, se lo agradecerán.

Ezequiel Molina

Enero 29, 2024