Opinión / Ensayos · 17/08/2023

La clase política latinoamericana, un óbito fetal que debe ser sepultado

Las dictaduras militares en América Latina, apoyadas, forjadas y educadas por Estados Unidos durante buena parte del siglo pasado, quemaron sus etapas, dando lugar a varias oleadas de transiciones hacia modelos políticos más abiertos; sin embargo, a estas alturas del siglo XXI, la región todavía está a la espera de mejores frutos.

La llamada “Tercera ola de democratización”, que inició en 1978 con Ecuador y República Dominicana, seguido por Perú (1980), Honduras (1981), Bolivia (1982), Argentina (1983), Brasil y Uruguay (1985), Panamá, Chile y Paraguay (1989), Haití y Nicaragua (1990), fue producto de procesos negociados entra los gobernantes militares y los partidos políticos, cada uno con sus propias particularidades, con una excepción, Nicaragua; ésta fue la única dictadura militar de izquierda alentada por la Guerra Fría, que se vio obligada a aceptar la transición hacia la democracia al quedar abandonada en el tablero mundial por su gran protectora y en proceso de extinción, la Unión Soviética, a la par que el Ejército Popular Sandinista (EPS), no logró derrotar a miles de campesinos armados y organizados por Estados Unidos en las fuerzas de la Contra, bajo la llamada Doctrina Reagan y su expresión operativa de participación “encubierta” en conflictos militares, denominada “Guerra de Baja Intensidad”.   

El ocaso de esta conflictiva y violenta etapa debió desembocar, o al menos esa era la esperanza, en una prolongada primavera democrática, pero no fue así, más bien asistimos a una continua tormenta cargada de autoritarismos, liderazgos mesiánicos, ideologías retorcidas y continuismos partidarios, que no sólo profundiza la construcción de la región del mundo con la mayor desigualdad de distribución de la riqueza, sino que también atornilla una efectiva estrategia reproductiva de castas políticas oportunistas, parasitarias y clientelistas, que operando en un modelo simbiótico con las oligarquías locales, actúan igual o peor que una fuerza de conquista.

De izquierdas redentoras de los pobres, a derechas creadoras de riqueza, la ciudadanía queda a merced de unos vándalos politiqueros que, provenientes o no de los autodenominados partidos políticos, se convierten aceleradamente en salvadores del histórico naufragio socioeconómico; los denominados outsiders han tomado el poder en El Salvador y Costa Rica, con resultados que dejan mucho que desear; ahora también Guatemala y Argentina parecen dirigirse a ese mismo túnel de sorpresas. Lo que si está a la vista es que hemos fracasado de la A hasta la Z con los raídos estilos de hacer política, necesitamos no sólo unos nuevos liderazgos, necesitamos un nuevo enfoque paradigmático que nos aleje de ideologías y nos acerque a una lógica económica con visión social trascendente; seguimos a la espera de las propuestas de quienes pretenden sustituir a quienes dilapidan el erario y abusan del ejercicio del poder. No dejemos que el desenlace histórico de este triste y violento episodio sea resuelto por casualidades cortoplacistas y discursos incendiarios de esperanzas.

Ezequiel Molina

Agosto 17, 2023