Opinión / Ensayos · 18/05/2023

La unidad opositora sin predestinados ni mesianismos

*Por Danny Ramírez-Ayérdiz

Mucho se ha hablado ya de la unidad opositora, pero no hay nada en concreto aún. Por un lado, los distintos grupos que quieren articularla viven en reuniones cónclaves para presentar una propuesta plus cuan perfecta a la sociedad nicaragüense. Esperemos no termine en burocratismos y atascos por proponer soluciones tan elaboradas que puestas en la práctica fallan.

Por otro lado, están los personajes, que, por proceder de un grupo específico de víctimas, promueven una unidad con la preponderancia de sus propias imágenes. Proponen colegiaciones, con una voz que hablará más que el resto. Este tipo de unidad no resultará en lo que esperamos los nicaragüenses porque calca al mesianismo, gente que se piensa predestinada para ocupar un cargo relevante en el futuro nicaragüense y la verdad tiene que ser dicha: una cosa es organizar para continuar la lucha contra el régimen y otra es desde ya pensar cómo elaborar una figura con las riendas del poder en una Nicaragua en transición. Es como poner a la carreta delante de los bueyes.

En otro lado, están los de siempre, los de las soluciones elixires, secretas, soluciones mágicas. Provienen de personas que, en la prepotencia de sus conocimientos y experiencias políticas, por autoritarismo piensan que su propuesta es la que debe ser aplicada sí o sí. Este tipo de soluciones mágicas no sirven ante la urgencia de enfrentar a un régimen feroz. Las propuestas siguen diseñándose, incorporándolas al elixir, pero sin ser reveladas. Tal como si se tratara de una suerte de lectura de cartas.

Ni los cónclaves, ni los predestinados, ni los que quieren aparecer como artífices o arquitectos de la lucha contra Ortega y Murillo. La unidad opositora tiene que ser lo más democrática posible, y una de las tantas maneras es que esta sea sectorial. Es apenas lo justo: los sectores que han luchado estos cinco años por el restablecimiento de la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho son los que tienen derecho de conformar un órgano democrático unitario, desde las personas exiliadas, pasando por las víctimas de prisión hasta las organizaciones estudiantiles. Los mesías y los caudillos tienen que quedar atrás de una vez por todas en Nicaragua.

¿Y las bases? Las bases están ahí, haciendo sus propios intentos de unidad, dándole ejemplos a los rostros visibles que una unidad de abajo hacia arriba es posible. Un órgano democrático unitario y sectorial debe instalarse pronto, poniendo en su lugar a los mesiánicos y a los de las futilidades. Los nicaragüenses, sea donde sea que estemos, organicémonos en consejos democráticos locales, de barrio, de comarca, en el exilio, de ciudad, de profesionales. Ya no sirve esperar a las caras visibles, mientras ellos salen con alguna propuesta, la práctica de la democracia en consejos democráticos de base es un buen comienzo para que continuemos nuestro camino de derrota a la dictadura.

Recordemos que estamos ante un régimen feroz, y se necesita una representación tan fuerte como sea posible, una representación sectorial que atraiga la mirada de la comunidad internacional, no a lo Guaidó, sino a lo democrático: los sectores en lucha son los que darán legitimidad a la unidad, sin excluir a las organizaciones de víctimas, a quienes se debe y por las que la urgencia de la unidad es tan perentoria como nunca. Un nuevo Guidó, por mucho que ande en todos los foros internacionales, no representa ni representará a todos los sectores de la lucha. Son estos sectores los que tienen la palabra.

** Secretario ejecutivo de CALIDH y profesor de derechos humanos.