Opinión / Ensayos · 13/03/2023

Las ineludibles demandas a futuro

Hablar del futuro en Nicaragua es más ilógico que defender la teoría terraplanista, eso en el plano económico, y si lo trasladamos a la vida política, es un sin sentido rotundo. Pero eso no es valladar para que la esperanza, la fe, la suerte, y otros sentimientos propios del género humano afloren, se desarrollen y hasta se conviertan en la piedra angular de la vida de muchos ciudadanos; digamos que a eso dedicamos parte de nuestro tiempo un grupo de creyentes que, sin más preámbulo, creemos en el futuro. No obstante, ese futuro anhelado no es el mismo para todos, y evidentemente tendrá matices diferentes para cada persona; el gran problema, para un segmento privilegiado de la sociedad, es que cada día hay más personas creyendo que existe un futuro, y que además podría ser muy diferente al que nos quieren vender, o hacernos creer que es el único.

La atomización del espectro político que pretende alcanzar el poder, sigue vigente al igual que hace 4 o 5 años, y a las pruebas me remito, los 7 cuasi ex candidatos presidenciales, hoy desterrados, viajaron en el mismo avión hacia Washington, y no fueron capaces de sentarse en la misma mesa para enviar un mensaje de unidad que sirviera de aliciente a la gran mayoría de nicaragüenses, y a la vez les comprometiera a ser factor de cohesión para derrocar a la dictadura. Hemos seguido sus declaraciones, a título individual, que es lo que realmente representan, y hemos escuchado declaraciones y testimonios comprometidos con la democracia en una modalidad ya conocida, y ciertamente fracasada; de las pláticas y negociaciones a los acuerdos, y de ahí a un ambiente de libertad “adecuado”, que propicie unas elecciones exprés, y en adelante la paz, la libertad y el bien común imperarán por arte de magia.

Estos cinco años, en que el monstruo dictatorial ha mutado en maldades que superan el estalinismo y el nazismo, han sido aleccionadores para todos, pero particularmente para quienes creían, y aún creen, en una salida negociada de los criminales de lesa humanidad, pero también han sido de gran valía al mostrarnos el verdadero rostro de dos sectores importantes en cualquier sociedad, a la hora de enfrentar grandes retos: la clase política y la clase empresarial millonaria; ambos nos han servido, ojalá de nada, sino más bien han mostrado ser los perfectos aliados de la dictadura.

Los cambios históricos no son voluntad de grupos de iluminados, o resultado de actos de violencia disfrazados de justicia; son el resultado de condicionantes internas y externas, que, sumadas a la sabiduría popular, puedan consolidar el suficiente caudal político no partidario, capaz de articular una propuesta realista, pragmática y factible de llevar adelante. Los nicaragüenses dentro de la gran cárcel llamada país, y los que habitan en el exterior, se han dividido en dos grandes grupos: los que creen en la solución mágica-electoral con la participación de Ortega, y los que no. Estos últimos han crecido exponencialmente a la luz de los hechos recientes, y de ahí deriva la creciente preocupación del Departamento de Estado, la Unión Europea, el empresariado centroamericano y otros actores relevantes, que pretenden acelerar, sin posibilidades de éxito, una solución basada en una quimera: volver al pasado.

Señores decisores, no teman al cambio, los empresarios seguirán siendo millonarios, y nadie, absolutamente nadie, considera una transformación hacia un modelo socialista. Los nicaragüenses, como se dice popularmente, “venimos de regreso”; los experimentos a los que fuimos sometidos por décadas, nos convierten en ciudadanos, que aunque no sabemos cómo hacer lo que queremos, sabemos por demás lo que no queremos. Es la hora de la suma de voluntades, del acercamiento de posiciones y de la actuación firme que nos lleve al sitio deseado: el imperio de la ley, la democracia participativa y una real libertad de empresa.

Ezequiel Molina

Marzo 13, 2023