Destacados / Nacionales · 27/09/2024

El suicidio, la epidemia que avanza de manera silenciosa en Nicaragua

El suicidio, la epidemia que avanza de manera silenciosa en Nicaragua

Las familias nicaragüenses enfrentan en silencio un drama que va más allá de la crisis política y económica, un sufrimiento que se ha agudizado en los últimos meses y que es devastador: el suicidio

Los especialistas creen que los casos han aumentado influenciados por un contexto sociopolítico marcado por la persecución, las migraciones, la inestabilidad económica y el creciente consumo de drogas. Detrás de cada persona que se ha causado daño a sí mismo, hay historias de sufrimiento de familias enteras. 

Una de esas historias es la de Matilde, una joven de 23 años que vive en un barrio de Managua. Matilde intentó quitarse la vida en dos ocasiones, pero gracias a la rápida intervención de su madre, fue llevada de inmediato al hospital, donde pudieron salvarla. Desde entonces, la madre de Matilde, ha emprendido una lucha sin tregua para mantener a su hija con vida, buscando ayuda psiquiátrica y espiritual en la Iglesia Católica.

El psiquiatra que atiende a Matilde la diagnosticó con depresión severa y trastorno de personalidad, originados por traumas no resueltos como el abandono paterno, la baja autoestima debido a la inconformidad con su aspecto físico, la infidelidad de amistades, una ruptura amorosa y la muerte de su abuela. 

Es una lucha constante porque tengo que estar alerta hasta que ella vuelva a recuperar ese sentido y amor por la vida. Es bastante agotador, pero es mi hija y tengo que luchar por ella”, confía la madre a este reporte. 

Casos en aumento 

Según datos del Ministerio de Salud (Minsa), en 2018 se registraron poco más de 300 muertes por suicidio. Tres años después, en 2021, la cifra aumentó a 330 y en 2022, alcanzó los 422 fallecimientos. Sin embargo, en 2023, el Minsa, dejó de reportar estas cifras en sus estadísticas oficiales, lo que sugiere una posible falta de transparencia en el manejo de esta crisis de salud mental.

La investigadora social María Calvo, de España, basándose en un estudio realizado en 2015 con la colaboración de la Universidad de Harvard de Estados Unidos, afirmó que la ausencia del padre tiene efectos devastadores en la familia y la sociedad. Según el estudio, el 63% de los suicidios de jóvenes, ocurren entre aquellos que no tienen una figura paterna y el 75% de los adolescentes en centros de desintoxicación no conocen a ninguno de sus padres.

En Nicaragua, la ausencia de figuras paternas se ve agravada por el contexto sociopolítico y económico. Muchos padres han tenido que salir del país debido a la persecución del régimen de Daniel Ortega y de  Rosario Murillo o por motivos económicos. 

En algunos casos, ambos padres se ven obligados a emigrar, dejando a sus hijos bajo el cuidado de abuelos o familiares cercanos. Esta separación genera una percepción de abandono en los niños, quienes, sin un tratamiento adecuado, pueden desarrollar problemas emocionales que persisten hasta la adolescencia y la adultez.

Impacto del contexto sociopolítico y familiar

El psiquiatra Christian Muñoz Farías destaca que los niños que crecen sin una figura paterna suelen desarrollar trastornos emocionales en la adolescencia, como la falta de identidad, inseguridad, soledad y depresión. Estos problemas pueden manifestarse en conductas de riesgo como el fracaso escolar, el consumo de alcohol y drogas, y la incapacidad de autorregularse emocionalmente.

En ciudades como Managua y Estelí, el consumo de drogas entre jóvenes es cada vez más frecuente. El acceso a sustancias comienza con el uso de pastillas combinadas con bebidas energizantes, que actúan como puerta de entrada a drogas más fuertes. Estos patrones de consumo agravan la ansiedad y la depresión entre los adolescentes, incrementando el riesgo de suicidio. 

Los expertos también han concluido que el celular puede provocar altos niveles de estrés y ansiedad en los adolescentes que llegan a tener uno desde temprana edad.

Casos alarmantes de suicidio infantil han conmocionado a la sociedad nicaragüense, como el ocurrido en Estelí, donde un niño de tan solo 9 años murió por autolesión, supuestamente motivado por un reto viral de la plataforma TikTok.

Recientemente, en septiembre de 2024, se reportó el supuesto suicidio de un niño de 7 años en una comunidad rural de Managua, lo que ha puesto en evidencia la falta de atención y prevención de este problema en el país.

Un sistema de salud incapaz y negligente

La falta de respuesta efectiva del sistema de salud nicaragüense es otra cara de este problema. A pesar de las afirmaciones del régimen de Ortega sobre la existencia de centros de atención para jóvenes con problemas de adicción y trastornos mentales, muchas familias denuncian que estos servicios no están disponibles cuando se necesitan. 

Las consultas privadas, que cuestan un mínimo de 20 dólares por sesión, son la única opción para muchos, pero representan un gasto inalcanzable para la mayoría de la población. La madre de Matilde lamenta la falta de apoyo estatal. 

Siempre tenemos que buscar consultas privadas que son caras para familias como nosotros”, se queja.  Este costo es un obstáculo enorme para quienes enfrentan la lucha diaria contra los trastornos mentales de sus seres queridos.

La necesidad de intervención urgente

Quiroz es una psicóloga que trabaja con muchos nicaragüenses en Costa Rica.  Señala que el suicidio es un problema global que requiere atención urgente.

Quiroz resalta la importancia de reconocer señales de alerta como el aumento en el consumo de alcohol o drogas, pensamientos recurrentes sobre la muerte, cambios bruscos de ánimo, la realización de “rituales de despedida” como regalar pertenencias y, sobre todo, el aislamiento.

Es vital que se promueva una cultura de prevención, que incluya el fortalecimiento de la atención en salud mental, programas de apoyo emocional y la capacitación de la población para identificar y actuar ante estas señales.

La crisis del suicidio en Nicaragua no es solo una tragedia personal para quienes lo sufren, sino un problema de salud pública que demanda una respuesta urgente y coordinada, recomienda.  

En un país donde las voces de quienes sufren suelen ser silenciadas por la represión y la falta de recursos, es imperativo que se abran espacios para escuchar, apoyar y acompañar a quienes se encuentran en situaciones de vulnerabilidad emocional, dice la especialista. 

Es que solo así, Nicaragua podrá empezar a enfrentar esta epidemia silenciosa que está cobrando tantas vidas”, advierte. 

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