Destacados / Nacionales · 27/09/2024

María José Bravo: la periodista sacrificada por un matón liberado por Ortega y Murillo 

María José Bravo: la periodista sacrificada por un matón liberado por Ortega y Murillo

Cuando las puertas del Sistema Penitenciario de Cuisalá, de Juigalpa, Chontales, se abrieron en 2020 para permitir la salida de “El Matón del Ayote”, a como es conocido el exalcalde del Ayote, Eugenio Hernández, se cerró un ciclo de impunidad para los crímenes contra periodistas en Nicaragua.  

Hernández, liberado junto a 2,814 reos comunes el 13 de mayo de 2020, era el único reo condenado en Nicaragua por matar de un balazo en el pecho a la periodista María José Bravo, la noche del 9 de noviembre de 2004 mientras la comunicadora daba cobertura a las elecciones municipales de ese año.   

El pistolero recibió una condena de 25 años de cárcel en enero de 2005 y con su excarcelación concluyó el último episodio de impunidad contra los perpetradores de crímenes contra periodistas en Nicaragua. Aunque María José no fue la última periodista asesinada, su historia sigue vigente y a 20 años de su muerte, aún se le recuerda con cariño entre quienes la conocieron en vida.  

Gracias a amistades de la excorresponsal de La Prensa en Chontales, pudimos reconstruir un perfil más íntimo y humano de la periodista, a quien durante varios años, la Universidad Centroamericana le rindió homenajes con la organización de los premios a la Excelencia Periodística “María José Bravo” In Memoriam.  

Eugenio Hernández

Frágil en apariencia   

Nacida en 1978 en Santo Tomás, Chontales, María José, siempre se destacó por su carácter fuerte y su espíritu indomable, un contraste con su frágil apariencia física. Apenas medía 1.50 metros y no superaba las 100 libras de peso.  

Quienes la conocieron la recuerdan como una mujer de pocas palabras, pero de profundas convicciones. “Era una luchadora, siempre decidida a alcanzar sus metas y sueños”, dice una de sus antiguas compañeras de clases.   También tenía algo de terquedad: no le gustaba su segundo nombre y decidió cambiárselo una vez que pudo. Dejó de llamarse María Francisca y se nombró legalmente María José.  

Era menuda de cuerpo y de gustos sencillos y humildes. Alegre y discreta, romántica y con una profunda fe católica. María José amaba la música romántica y el cine.  Sus amigos aún la recuerdan tarareando la canción de Pedro Fernández “Yo no fui”, una melodía que, de alguna manera, parecía reflejar su espíritu: “Si te vienen a contar / Cositas malas de mí / Manda todos a volar, diles que yo no fui”.  

Con igual emoción, disfrutaba de películas como Babe, el cerdito valiente, que mostraba cómo los sueños más improbables pueden hacerse realidad y moría de tristeza y coraje por la valentía de Denzel Washington en “Un hombre en llamas”.  Cuentan sus antiguas compañeras de clases que desde pequeña, María José supo que su destino era la Comunicación Social.  

Cuando llegó a la Universidad Centroamericana (UCA) de Managua, era una pueblerina más con una maleta llena de sueños”, relata “Sandra”, una de sus compañeras de clase.  Ella, natal del rural poblado de Santo Tomás, Chontales, se propuso superar cualquier barrera de la capital, Managua, que a veces la intimidaba con su desorden y bullicio.  

Le gustaba el campo 

Vivió los cuatro años de su carrera universitaria en Managua, pero los viernes al salir de clases viajaba a Santo Tomás a seguir con su vida cotidiana entre pastos y animales, le gustaba su vida de finquera.  

En sus primeros años universitarios solía usar una cola que no dejaba ver su negra y larga cabellera; tiempo después comenzó a usarlo más corto. Sus manos delgadas mostraban uñas medio largas que gustaba cuidar con esmero.  

Era delgada, tenía una voz suave y amable, su cuerpo parecía frágil, pero solo de apariencia porque en las labores rudas del campo lo forzaba más allá de lo imaginable.  Nunca peleaba ni discutía. María José era dedicada, empecinada, decidida, luchona, de carácter fuerte, de pocas palabras, pero coherente con sus pensamientos y con lo que quería de futuro. 

Graduarse de la UCA en Ciencias de la Comunicación en 1999 fue su primer gran logro, un momento que celebró con orgullo junto a su madre, doña Antonia (q.e.p.d.) y su hermana Esperanza.  

Su tesis fue sobre los Mensajes Subliminales en la publicidad de periódicos de Nicaragua. Uno de sus docentes la recuerda con admiración por la laboriosidad con que aplicó sus conocimientos teóricos y las herramientas de investigación en su tesis. 

Era tan dedicada y luchadora, que jamás se rendía ante las dificultades”, añade una antigua colega de periodismo, recordando las largas horas que María José pasaba entre sus estudios y el trabajo en la finca familiar.  A sus apenas 24 años, María José ya había logrado ser corresponsal de uno de los diarios más prestigiosos del país: La Prensa.  

Le apasionaba lo que hacía 

Para ella, ese puesto no solo era un trabajo, era la realización de un sueño desde su ingreso a la UCA y además un reto que logró superar con creces.  “Le encantaba la vida de periodista. A veces me decía que sentía una responsabilidad de dar voz a quienes no la tenían”, comenta uno de sus colegas, ya retirado del oficio.  

Su enfoque profesional y su ética periodística la llevaron a ser admirada por muchos, tanto en su entorno profesional como en su comunidad natal, donde ya era conocida por ser parte de una familia honesta, trabajadora y luchadora. 

El 9 de noviembre de 2004, mientras salía del Centro de Cómputos Departamental en Chontales, esperando los resultados de las elecciones municipales, una bala terminó con su vida.  

El exalcalde de El Ayote, Eugenio Hernández, disparó sin piedad, cegando la vida de una madre joven y prometedora. “No solo nos arrebataron a una periodista; nos arrebataron una vida llena de sueños y un futuro brillante”, expresa uno de sus amigos cercanos.  

María José dejó a un hijo, Néstor José, que en ese entonces tenía solo tres años. Hoy, tiene 23 años y está por graduarse de la universidad, un reflejo del legado de perseverancia que su madre le dejó.  “Ella siempre soñó con un futuro mejor para su hijo. Luchaba por él, por su familia y por sus ideales”, recuerda uno de sus profesores de la UCA.  

Respeto y admiración 

A lo largo de los años, el nombre de María José ha sido recordado con profundo respeto y admiración.  

En 2004, sus compañeros de posgrado en Comunicación y Derechos de la Niñez, también en la UCA, le dedicaron su promoción, dejando vacío el asiento que ella solía ocupar en clase.  

Siguiendo el consejo de uno de sus profesores de que había que seguir preparándose, María José comenzó a estudiar el posgrado en la UCA, pero no pudo terminarlo, aunque sus familiares recibieron el diploma.  Cuando la asesinaron, a María José le faltaba un mes para concluir el curso.   

Además, en su honor, se creó en 2007 el Certamen Nacional a la Excelencia Periodística María José Bravo, que durante más de seis años reconoció a quienes ejercían el periodismo con la misma pasión y compromiso que ella demostró.  

La liberación de su asesino en 2020, bajo un régimen de convivencia familiar otorgado por la dictadura de Daniel Ortega y de Rosario Murillo, causó dolor y consternación en quienes aún lloran su pérdida.  

Todo Santo Tomás lloró por ella. Dolía hasta los huesos recordar ese crimen, pensar que un niño de apenas 3 años quedó sin su madre; pensar que doña Antonia y la Esperancita no iban a ver más a María José, dolía también”, comenta una excompañera. 

A casi dos décadas de su partida, la imagen de María José, sonriendo con su grabadora y unas baterías en mano, sigue viva en la memoria de quienes la conocieron. “Es imposible olvidarla”, dice una de sus amigas de universidad. 

Una trágica lista 

El nombre de María José Bravo se une en una trágica galería, a la muerte de otros periodistas en Nicaragua:  

Ángel Gahona, asesinado a disparos en abril de 2018 cuando cubría las protestas sociales en Bluefields. La policía, principal sospechosa de su muerte, acusó sin pruebas a dos jóvenes a quienes luego dio amnistía.  

Pedro Joaquín Chamorro, director de La Prensa, asesinado el 10 de enero de 1978 en Managua por sicarios a la orden del dictador Anastasio Somoza.   

Bill Stewart, estadounidense, corresponsal de ABC News en Nicaragua, asesinado a sus 38 años por la Guardia Nacional el 20 de junio de 1979 en Managua, mientras cubría la guerra de insurrección.   

Peter Bertie, canadiense, corresponsal del Toronto Sun, acompañaba a la Contra en una zona montañosa de Matagalpa cuando fueron atacados por los sandinistas. Lo mataron a balazos el 19 de marzo de 1987, tenía 41 años.   

Carlos José Guadamuz, 59 años, director del programa Dardos al Centro en Canal 23. Fue asesinado el 10 de febrero de 2004 en la entrada del canal de televisión en Managua por el fanático sandinista William Hurtado, ex agente de la Seguridad del Estado sandinista. Había sido director de la emisora La Voz de Nicaragua durante la primera dictadura sandinista (1979—1990) y de la emisora del Frente Sandinista Radio Ya, pero se separó del FSLN en 1996 y lo declararon traidor.   

Adolfo Olivas Olivas, periodista de 47 años, corresponsal del diario La Prensa, fue atacado con arma de fuego en la ciudad de Estelí, el 14 de agosto de 2005. Fue asesinado cuando investigaba el establecimiento de un cártel de droga, después de haber recibido amenazas de muerte. Era presidente de la Unión Nacional de Periodistas de Nicaragua.

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