Por Ezequiel Molina*
La dictadura, ahogada en su propio fango administrativo, cargado de intrigas, delitos económicos, traiciones, deserciones y decisiones improductivas y erráticas, ha optado por crear un guión de “reestructuración del Estado”, que más allá de las falaces, hipócritas y venenosas diatribas de la vice dictadora, se perfila desde ya como una reedición de una vieja maniobra -denominada “compactación” durante la primera etapa de la dictadura sandinista-, destinada a enfrentar una posible agudización de la crisis permanente, caracterizada por limitaciones al acceso a nuevos préstamos, reducción de la inversión extranjera y un crecimiento económico virtualmente estancado, y que bien pudiera ser sugerida por sus jefes del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM); pero es evidente que tal maniobra no dará frutos tangibles, ya que se limita a un movimiento de “cuadros fieles”, lo cual produce zozobra entre empleados de cierta jerarquía, dado que los “cuadros nuevos”, con probadas credenciales de operadores implacables de las órdenes emanadas desde El Carmen, posiblemente descabecen las instituciones asignadas y reasignen esos puestos a personal absolutamente comprometido con el, “vamos con todo”. Parece que lo único novedoso en la manida “reestructuración”, es la creación de la figura del “funcionario filantrópico”, la que recayó en el destituido viceministro del Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales (MARENA), Javier Gutiérrez, quien fue restituido en ese cargo a través de un acuerdo presidencial, señalando de manera expresa que ejercerá dicho cargo, “sin goce de salario”.
Lo que si seguramente sucederá es que dicha reestructuración lanzará a la desocupación a cargos menores, ocupados por supernumerarios que todavía sobreviven bajo su supuesta fidelidad a la familia dictatorial, fidelidad que está en entredicho dada la dificultad que tienen los comisarios políticos para conducir a los servidores públicos a los actos masivos de apoyo al régimen, a esto se suman las numerosas renuncias de personal con el propósito de viajar a Estados Unidos bajo la figura del parole humanitario, así como de migración ilegal en busca de mejores horizontes.
Esta perestroika, versión trópico-dictatorial, persigue, además de lo mencionado, crear el ruido necesario que opaque la contundente derrota electoral del dictador venezolano y la ostensible pérdida del miedo del pueblo venezolano, y sobre todo, ocultar la enorme fisura de desobediencia, mostrada por la fuerza armada venezolana, que permitió a la oposición contar con las actas de escrutinio de votos, que muestran claramente la derrota del chavismo.
Como acompañante de este sainete “reestructurador”, los aparatos represivos, el círculo de hierro y la mafia de operadores que rodea a los capos presidenciales, experimentan una reedición, al mejor estilo sandinista de, “la noche de los cuchillos largos”, con una extendida purga que muestra la poderosa mano de la vice dictadora, definiendo así el estilo de mando que dirigirá el futuro (¿?) del país, una vez el dictador pase a retiro definitivo.
El intrincado camino que nos lleve al final de esta tragedia sigue minado de obstáculos, y no se vislumbra, por ahora, la posibilidad de remontarlo, y es que la dirigencia política profesional en el exilio, lejos de unificarse y definir una agenda común, pareciera que trata de oxigenar a la dictadura con su narrativa de negociación con la dictadura, que culmine con elecciones en 2026. La mayoría ciudadana favorece una salida pacífica a la crisis, pero no avala ningún diálogo o negociación con quienes han teñido de sangre al país y nos han convertido en un pueblo en fuga, o en reos permanentes de sus abusos.
*Perestroika: fue una reforma que modificó la estructura económica y política de la U.R.S.S. El responsable de su impulso fue Mijaíl Gorbachov, máximo dirigente del Partido Comunista soviético entre 1985 y 1991.
Ezequiel Molina
Profesor, geógrafo e investigador.