Opinión / Ensayos · 18/08/2023

Universidad

*Por Raúl Valdivia

Fue a inicios de 1977 mi primera experiencia con el ambiente universitario.

Era la UNAN de Mariano Fiallos Oyanguren, cuyo padre Mariano Fiallos Gil había sido el artífice de la Autonomía universitaria bajo el Gobierno del Ingeniero Luis Somoza Debayle, en 1958.

Fui el primero en mi familia en llegar ahí. Mi sobrino llegó ahí un año antes que yo, los dos nos bachilleramos del mismo colegio público, en 1975 y 1976, respectivamente.

Para entonces pasar de la secundaria a la universidad era también un proceso de migrar hacia Managua y León donde se concentraban casi exclusivamente las oportunidades de educación universitaria.

Para quienes no éramos de la capital o de León, ingresar a la universidad era un proceso de emancipación respecto a nuestros padres, muchos pasábamos bajo la tutela de un pariente cercano, fue mi caso, con mi hermano, 13 años mayor que yo, quien vivía en Managua desde finales de los 60.

Llegar a la universidad era el final de la vida adolescente, o la continuidad de la misma, yo llegué antes de cumplir los 17 años.

En muchos casos fue la Universidad quien primero llegó a nosotros, antes que nosotros llegáramos a la universidad.

El lema de la Autonomía ¡A la libertad por la Universidad! no era un simple slogan sino era literal.

Años después tuve la oportunidad de conocer la Tesis de Doctorado de Mariano Fiallos Oyanguren «The Nicaraguan political system : the flow of demands and the reactions of the regime» por la Universidad de Kansas.

También conocí la Tesis de Maestría en Educación de mi prima hermana y docente Elba Sandoval Valdivia, en Inglaterra titulada más o menos así «Comparación de la educación en Francia y en la Rusia Soviética «, sorpresa para mí ya que ella fue becada en la época somocista.

Aunque de manera irregular alcancé a vivir el ambiente universitario de la UNAN entre 1977-1979, con autonomía a pesar de la dictadura de los Somoza.

Entre 1979 y 1982 interrumpí mis estudios porque fui enviado fuera de Managua (1979-1980) por la Cruzada de Alfabetización, y luego, de regreso en Managua por razones de trabajo y por las condiciones precarias no había logrado reintegrarme a mis estudios, lo que si hice en 1983, previa «consulta y aprobación » con el entonces «Ejecutivo Nacional de la Juventud Sandinista» Douglas Guerrero (qepd) a nombre del mismo me hizo saber: «hemos aprobado tu reingreso a la universidad, con una recomendación, que estudiar no se te vuelva una obsesión». Guerrero mucho mayor que yo, era Docente de la UNAN, sicólogo, desde antes de 1979.

A finales de 1984 y durante 1985 volvería a interrumpir mis estudios al ofrecerme de voluntario, primero movilizado en los cortes de café y luego en el ejército, correspondiendo «el dicho al hecho» por los miles de jóvenes para entonces inmolados en una guerra fratricida.

Eventualmente, en 1990, 13 años después, culmine la carrera de Economía. Mi mamá me acompañó a recibir mi título.

La UCA

Sin haber estudiado ahí antes de 1979, llegaba de visita, y sin yo saberlo, la UCA de entonces se asemejaba al de universidades extranjeras, acceso irrestricto del público al «campus » universitario.

Años después, en mi segunda emigración, conocería otros campus universitario, Stanford, Berkeley, UCLA, Santa Clara University (jesuita), San José State University, y en cada ocasión me resultaba imposible no compararla con la UCA, de antes de 1979 y con la UCA de siempre.

Mi paso por la UCA fue como estudiante y como docente, y en ambos casos, fueron claves en mi transición de lo que había sido mi vida hasta 1993, y lo que llegaría a ser mi vida 30 años después.

El sacerdote jesuita Fernando Cardenal (qepd) haría posible mi ingreso como docente. Como estudiante lo hizo mi primo hermano Adrián Valdivia (qepd) quien me inscribió en la Facultad de Derecho, con la deliberada intención de patrocinarme en mi desarrollo profesional y luego yo por mi cuenta en el Postgrado de Gerencia impartido desde el INCEG (parte de la UCA).

Mi paso por la UCA fue algo así como lo que había sido en 1977 los cursos de nivelación de nuevo ingreso a la UNAN (Cursos paralelos de español y matemáticas, nivelando lo que uno traía de la secundaria).

La UCA fue entonces para mí como «un curso de nivelación» en anticipo de mi emigración a Estados Unidos. Fue como emigrar a USA sin salir siquiera de Nicaragua.

Decir lo de arriba me trae a colación una broma que conocí después respecto a la UNAM de México, de quienes, de manera sarcástica, se hacía circular la especie de que las empresas al ofertar vacantes laborales decían: «Aceptamos graduados universitarios siempre y cuando no sean de la UNAM».

La UCA, en sus 65 años de trayectoria se granjeó el cariño y respeto de la sociedad y no sería exagerado decir que las empresas anunciasen: «Graduados de la UCA son bienvenidos».