Opinión / Ensayos · 21/09/2023

Y la luz no se apagó

El 21 de septiembre de 1956, el poeta, músico y sastre, Rigoberto López Pérez, pretendió acabar con la dictadura Somoza, con uno de los métodos más efectivos para dar fin a malvivientes: un revólver Smith and Wesson calibre .38; pero el programado acto de prestidigitación, que presuponía apagar las luces de la Casa del Obrero de León, al tiempo que explotarían fuegos pirotécnicos para causar confusión, falló; el poeta jaló el gatillo 5 veces, acertando 4 proyectiles en el pecho del dictador, pero las luces no se apagaron y tampoco sonaron las explosiones, dicen que un lenguaraz de apellido Castro, conocido con el mote de “Gasolina”, era el encargado de los dos actos complementarios a las balas disparadas, pero falló. Lo que no falló fue una lluvia de balas sobre la humanidad de Pascual Rigoberto López Pérez. Y ojalá ese fuera el fin de la historia, pero no, cargamos 70 años -no sabemos cuántos más- de dictadura.

El exitoso efecto de las balas disparadas, no pudo contra la historia que nos esperaba. Los hijos del dictador estaban preparados para sustituirlo sin mayores trámites; un hijo, con formación civil, sería presidente, para lidiar con los politiqueros criollos de turno y afianzar el modelo económico de Bretton Woods, mientras el otro hijo, con formación castrense, sería el contraparte perfecto de los militares norteamericanos encargados de llevar adelante la tarea de adiestrar y controlar unas fuerzas militares anticomunistas, comprometidas con la Guerra Fría, y la consolidación de un desigual modelo de distribución de la riqueza, que persiste hasta hoy.

Hoy hemos descendido a la profunda caverna de la dictadura familiar, con unos cuerpos de seguridad controlados por el dictador Ortega y su consorte, quienes cumpliendo el rol de los vendepatria y entreguistas más sobresalientes de la historia reciente en el continente, sueñan con un total alineamiento con Rusia, en lo militar, y con China, en lo económico. Es el factor tiempo, el peor enemigo de los vetustos y perversos dictadores, de sus anhelados sueños, y seguramente serán sus herederos, aprendices de mafiosos gobernantes, los que darán fin al fracasado proyecto. Sin fuerza política, carentes de credibilidad, aislados internacionalmente, con un galopante endeudamiento externo y un profundo deterioro del nivel de vida, su sobrevivencia se reduce a punto muerto. ¿Las balas del revólver fueron exitosas?

Ezequiel Molina

Septiembre 21, 2023