*Por Expediente Público
Los hechos del 11 de julio pasado en Cuba, en los que miles de ciudadanos salieron a la calle a reclamar libertades, mejora de las condiciones de vida y demandar atención ante la pandemia, son fruto de una sociedad que ha entendido que tenía “el derecho de tener derechos”. Así lo explica a Expediente Público el politólogo e historiador cubano, Armando Chaguaceda.
Advierte que hay que ver el origen del 11 de julio unos meses atrás, el 27 de noviembre de 2020 cuando ocurrieron una serie de eventos inéditos en una gran concentración frente al Ministerio de Cultura.
Fue el acto más significativo del Movimiento San Isidro, un grupo de jóvenes artistas, periodistas independientes y académicos que se organizaron para oponerse a las medidas represivas del régimen. El resultado fue una ola de detenciones que provocaron una huelga de hambre,
“Después de esa inédita concentración, el efecto del aislamiento, de la represión sobre esos artistas e intelectuales, provocó una especie de backlash de detenimiento”, explica Chaguaceda.
“Y parecía que no iba a haber más nada de esto. Y después estalló el 11 de julio, es decir, ante una sociedad que cada vez es más desigual, más pobre, pero también más activa y un gobierno que no se da cuenta que los cubanos están conectándose, articulándose en los espacios virtuales y físicos”, expone este académico cubano.
“Una cosa importante: es una sociedad que entendió que tenía el derecho de tener derechos y que se vio en la calle y que vio en las calles que no son pocos y eso yo creo que es importante como parteaguas”, subraya.
“Y cuando pasó lo del 11 de julio te darás cuenta que junto con las grandes protestas que, insisto, fueron masivas, creativas y pacíficas, las tres cosas dispersas en territorio nacional, pues hubo una concentración de jóvenes activistas que venían del 27 de noviembre, ese grupo del 27 de noviembre, frente a la televisión estatal, pidiendo el acceso a los medios para dar su visión porque han sido sistemáticamente difamados por los medios estatales, como han sido en muchos miembros de la sociedad civil”, relata Chaguaceda.
Patria y vida, el himno de protesta
Las conexiones entre el 27 de noviembre y el 11 de julio son varias.
Primero, hay una canción creada por artistas, Patria y Vida, que se convierte en una especie de himno de las protestas en diferentes partes.
El título de la canción, interpretada por los raperos cubanos Yotuel Romero, Descemer Bueno, Maykel Osorbo, el Funky y el Grupo Gente de Zona, contrasta con el lema de Fidel Castro acuñado en 1960 de “Patria o Muerte, venceremos”. La letra de la canción critica al régimen de la isla y demanda libertad, denuncia la escasez de alimentos y la depreciación del peso cubano, entre otros.
“Parte de estos jóvenes artistas e intelectuales tienen varias características: son chicos y chicas formados en la revolución, lo que se llama ’la revolución’, que viven en Cuba o que hacen vida en Cuba y en el exterior, pero que viven en la ciudad de La Habana y en las ciudades del país, y que comparten su vida con los sectores populares y, además, en estos jóvenes artistas hay una explícita vocación de intervención comunitaria”, señala Chaguaceda.
“De manera que no estamos hablando de élites que están apoyadas por el Estado y santiguadas en el mercado, sino que por eso se llaman “artivistas hacen activismo desde el arte y eso los conecta”, explica el intelectual.
Y los define así: “son parte del pueblo”.
El académico señala que “no es posible determinar a priori que va a haber protestas o no protestas”.
“No se puede asumir nada, ni que va a haber ni que no va a haber por una sencilla razón: porque estos eventos son eventos inéditos”.
Racha represiva de los regímenes dictatoriales
Para el politólogo, en el corto plazo, hay “un efecto de cierta retirada a los espacios seguros de la sociedad, ante un efecto represivo, como pasó en Nicaragua, está pasando en Belarús, pasó en los ciclos de protestas en Venezuela, ha pasado en Irán, en muchos países, pero al mismo tiempo, o sea, insisto, más desigual, más pobre y más activa”.
Chaguaceda denuncia que en Cuba continúa una racha represiva, continúan los juicios, sin respeto a las garantías, a la propia Constitución.
“Hay un movimiento ciudadano que está buscando a las víctimas, buscando a sus familiares, con actores de la sociedad civil y de la Iglesia, tratando de acompañar, y con abogados, a estas personas que están presas por ejercer su derecho a la protesta”, indica.
Pero Chaguaceda advierte que también hay, por parte del régimen, una reacción en el sentido de que le da la razón a las protestas al tomar medidas económicas largamente postergadas e incluso invertir dinero en los barrios más marginados, que fueron el foco de una buena parte de las protestas más activas.
Y ciertamente, el régimen cubano levantó una serie de restricciones a la importación de alimentos, medicinas y bienes de primera necesidad tras las protestas. Luego ha anunciado la autorización para pequeñas y medianas empresas.
Resistir y vivir
Pero ¿qué está haciendo la gente ahora? ¿Cómo se están moviendo dentro de Cuba? ¿Qué opciones se están construyendo para avanzar con este proceso de demanda, de libertad y apertura?
Según Chaguaceda, “lo primero que están haciendo es tratar de resistir y de vivir”.
Como sucede en Nicaragua bajo Daniel Ortega, hay patrullas frente a la casa de los opositores y críticos del régimen, describe el académico.
“Hay personas en Cuba con ese mismo modus operandi del Estado, hay patrullas frente a la casa y no los dejan salir, comprar cosas, que les interviene las comunicaciones. Ya en esas condiciones, resistir y vivir es bastante difícil. Por eso hay que entender sus ritmos, sus cansancios, sus acciones”, advierte.
Pero también hay acciones como recogida de firmas para las campañas de liberación de los presos.
“Están acompañando a las familias de las víctimas presas, están visibilizando lo que pasó, están haciendo contra-narrativa a la narrativa que se ha tratado de imponer de que estos fueron actos de vandalismo e incitados en el exterior, etcétera”, explica.
“Entonces están, yo diría que existiendo, resistiendo y articulándose con ese tejido social roto, herido pero vivo, que está tratando de acompañar a la población cubana después del 11 de julio”, agrega.
De Obama a Biden
Chaguaceda explica que el papel de Estados Unidos ha ido de la buena voluntad no correspondida por el régimen durante el gobierno de Barack Obama, que restableció relaciones con la isla, a la falta de comprensión de los fenómenos actuales por parte de la administración de Joe Biden.
El académico recuerda que el régimen no cedió casi nada tras el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos.
“Hubo una política de buena voluntad de la administración de Obama de eliminar el elemento del embargo, de crear una embajada que creo que es positivo, generar un acercamiento, de eliminar el pretexto de la plaza sitiada. Y el gobierno cubano respondió desde el propio momento, desde el mismo día que Obama llegó a La Habana de hecho, con actos de represión”, evoca Chaguaceda.
“Primero, el gobierno cubano respondió no sólo con lo mismo, sino con más represión, porque reprimió a nuevos actores y nuevas demandas. Buena parte de la sociedad civil emergente: jóvenes, periodistas, artistas, yo te diría que, en su inmensa mayoría, incluso de la oposición. Si tú buscas las noticias de esa época, sólo pequeños grupos no apoyaron el acercamiento de Obama”, recuerda.
“No sólo fue el gobierno norteamericano, parte de la comunidad internacional, sino que la propia sociedad civil dijo: Aceptamos. ¿Y cuál fue la respuesta? Más represión. Actores nuevos que terminaron incluso radicalizándose producto de esta represión y que después viene Trump y todo lo que sabemos. Entonces no creo que haya sido una culpa de Obama, pero en política hay que medir los procesos en timming, en tiempo real”, agrega.
Claroscuros de Biden ante Cuba
Según Chaguaceda, hubo una decepción de lo que dio la administración norteamericana en el acercamiento y de la patada que dio la élite cubana o el segmento más duro de la élite.
“Y eso incidió, insisto, sobre una sociedad civil nueva, joven, que veía positivamente el acercamiento, que no puede ser acusada de haber sido violenta, insurreccional, etcétera, y que ha sido perseguida y radicalizada desde el propio momento del acercamiento”, añade.
Ahora el problema de la administración Biden, según el politólogo, tiene “poca claridad y luego hay muchos clichés”.
“Yo diría eso producto de la complejidad, de la influencia que le está llegando, pero también de que esto está pasando en otros terrenos. Simultáneamente, Estados Unidos está volviendo al mundo con una nueva administración más multilateral, más activa, menos como fue la de Trump y tiene desafíos muy complejos: desafío de China en América Latina, de Rusia en América Latina, la crisis en Nicaragua que es terrible, la crisis en Venezuela, que parece, yo sin mucha esperanza, que se reencauce en un diálogo. En fin, una gran cantidad de problemas”, explica.
“Y en esos problemas, además, aparece una crisis en Cuba inédita. Entonces, imagínate, yo creo que sí hay, quizás hay poca claridad y luego hay muchos clichés. Eso podemos hablar con mucho tiempo después. Hay muchos clichés de tirios y troyanos sobre el tema Cuba”, subraya el historiador.
Chaguaceda explica que el tema del embargo económico, por ejemplo, “es un gran cliché”.
“Yo siempre digo que es como un gran paquete que hay que desempacar, no hay que tomarlo en bloque. Tú te puedes decir: yo estoy de acuerdo con este tipo de sanciones, con estas no hay que evaluarlas, racionalizarlas. Ah no, ¿usted está a favor o en contra del bloqueo embargo? Y ahí entonces se va toda la discusión al carajo, porque se va la discusión fuera de lo técnico. Una discusión muy politizada, ideologizada. Y ese es un ejemplo”, expone.
Chaguaceda también se refirió al tema de las sanciones individuales, dirigidas a dirigentes y oficiales de la isla. El académico cree que “cumplen varios objetivos”.
Primero, el efecto de sanción moral, el efecto de desincentivar, quizás la complicidad directa a la responsabilidad de actos represión y mandar una señal a otros posibles represores o autores intelectuales de represión.
“Yo siempre creo que estos actos son preferibles en términos de costo humano a sanciones generales que terminan afectando a una población que, para todo efecto práctico, es rehén de un régimen que es dueño de la política, de la economía, del terreno, de todo. Entonces, estas sanciones tienen la posibilidad, no quiere decir la certeza, de ser más focalizadas, más dirigidas, medibles, más allá de sanciones generales que terminan afectando a la élite, pero sobre todo al pueblo”, indica.
Un enfoque multilateral
Para Chaguaceda es fundamental un enfoque multilateral “para enfrentar la crisis cubana”.
“La administración Biden ha dicho que la defensa global de la democracia estaba en el centro de su nueva agenda en un momento de resurrección de China, Rusia y otras autocracias globales. Yo creo que eso es correcto, pero esto implica un enfoque multilateral. Yo quisiera que implicara más a Europa y América Latina en la solución de la crisis cubana, nicaragüense, venezolana”, señala.
Según Chaguaceda, eso además eliminaría la realidad pretexto del imperialismo norteamericano, cuando en el mundo actual hay muchos imperialismos distintos, algunos democráticos y otros no democráticos.
“Estados Unidos tiene una política global, la tiene Rusia, la tiene China y varía la diferencia del régimen político de cada país. Yo creo que debiera haber más multilateralismo en el enfoque, sea la crisis cubana, un sistema de sanciones más inteligente, es decir, más dirigido, más sectorializado”, afirma.
Chaguaceda ve así la estrategia de solución de la crisis cubana: “Yo diría multilateralismo, sostenido apoyo a la democracia y la sociedad civil, una política de sanciones mejor dirigida, menos generales que afecten menos a la población vulnerable y un elemento ahora en la crisis del Covid-19. O sea, Estados Unidos debería, por la proximidad geográfica, por la capacidad tecnológica, por los recursos que tiene, hacer y lanzar una ayuda inmediata a disposición de las autoridades a cargo internacionalmente”.
Según Chaguaceda, para la crisis del Covid, Estados Unidos debería usar el canal de la Organización Mundial de la Salud, la Organización Panamericana de la Salud, Cruz Roja y Cáritas diciendo: “Miren, nosotros ni siquiera vamos a utilizar, por ejemplo, los equipos de la USAID en el terreno para no dar al gobierno cubano el tema del pretexto de la soberanía. Nosotros ponemos estos, qué se yo, cinco o seis, diez, once millones de vacunas que tenemos en disposición del pueblo cubano a través de organizaciones internacionales para que lo lleven al terreno. Y por supuesto ahí lo pondrán, lo aplicarán las autoridades cubanas del Ministerio de Salud o quien sea”.
“Esa es una acción inmediata, humanitaria, que es necesaria, que daría mucha legitimidad al gobierno norteamericano, que quitaría este argumento de la injerencia solo y que, además, más allá de todo lo político, es imprescindible porque está muriendo gente, está muriendo mucha gente y el sistema de salud está rebasado, está colapsado, como han colapsado otros sistemas de salud”, señala.
Críticas desde la izquierda no son suficientes
Chaguaceda también expuso que a pesar de que hay críticas desde la izquierda latinoamericana a la represión de la isla, esta no es suficiente y subraya el silencio cómplice o la defensa de partidos políticos del llamado Foro de Sao Paulo e incluso de algunas organizaciones de derechos humanos.
“Sí hay una crítica inédita, como inédito son los hechos, las visiones, las fotos y los videos de la represión han sido claros; sí hay más voces de izquierda que se han alzado criticando a algunos de ellos con presencia institucional (…) pero por ejemplo, el Foro de Sao Paulo, que es una gran coalición de partidos de izquierda, incluidos varios partidos que hacen vida muchos, la mayoría, en democracia, de gobierno de oposición, no ha condenado la situación de la represión al pueblo cubano”, señala Chaguaceda.
Igualmente sucede con “el grupo de Puebla, que supuestamente es el progresismo moderado, es como el policía bueno del Foro de Sao Paulo, no sólo no ha condenado la represión, sino que principales dirigentes como Andrés Manuel López Obrador hacen pronunciamientos ambiguos en los cuales dicen “estamos con el pueblo cubano” pero el 70 por ciento de la declaración va dedicada al gobierno cubano, a lo que Cuba es como símbolo, etcétera, el viejo lenguaje de la Guerra Fría”, subraya.
“De manera que yo diría que todavía las izquierdas, lo principal de las izquierdas latinoamericanas, oscilan entre la adhesión, la crítica a la utopía del modelo cubano que ya no es, que en algunos casos nunca fue como se presenta o un silencio cómplice de no criticar eso para no recibir bullying de mis compañeros de ideología o para no complicarme con La Habana y sus redes de influencia”, denuncia Chaguaceda.
Según el académico, todavía hay mucho que hacer en ese sentido, incluido el campo de los derechos humanos.
“Hay muchas organizaciones emblemáticas de derechos humanos en América Latina que, si esto estuviera pasando en Colombia, en Chile, en Brasil, estarían alzando la voz como corresponde, porque los derechos humanos están por delante cualquier ideología particular, pero no lo hacen porque es el gobierno cubano y es un aliado ideológico de los liderazgos de estas organizaciones”, dice.
Otras, según Chaguaceda, “lo hacen de una forma vergonzante, lo hacen diciendo “bueno, si hay protestas”, pero el embargo, el bloqueo, el asedio, entonces creo que todavía falta mucho por hacer”.
“Y bueno, por último, la (comisionada de Derechos Humanos de la ONU, Michelle) Bachelet hizo una alusión muy temprana en las protestas, pero no ha habido un pronunciamiento a la altura de los sucesos de la oficina de la Alta Comisionada y eso se echa de menos”, señala.
La complejidad del exilio cubano
Chaguaceda también se refirió al enorme exilio cubano y señala que hay cuatro grandes posiciones en la diáspora.
“Tenemos el exilio histórico, sobre todo el exilio histórico con posiciones de poder, con lo influyente, eso es importante, que tienen la capacidad de incidir en la política norteamericana, muy vinculada al Partido Republicano, pero no solo, pero muy vinculado al Partido Republicano”, explica.
Luego están las posturas de una nueva generación o nuevas generaciones de emigrados que no se consideran a sí mismo exiliados, pero se han politizado muy activamente en los últimos años, y todo esto los politizó.
“Es decir, es la masa que vino a protestar a Washington, la masa que se ha movilizado en ciudades norteamericanas. Es decir, si esto lo vieras hace dos, tres años, esto no sería así, porque había una gran cantidad de cubanos recién emigrados consumiendo, viajando a Cuba, pero sin conexión política”, explica.
Según el politólogo, eso cambió producto de la falta de cambio interno en Cuba.
Un tercer grupo de exiliados son las comunidades de emigrados muy diversas en Europa y América Latina, muy diversas profesionalmente.
“Por ejemplo, en América Latina hay muchos cubanos profesionales de distintas profesiones. En Europa un poco más diversa hay de todo, hay profesionales, personas que trabajan en sector servicio, pero no tienen un lobby y no tienen una representación política, como sí existe en Estados Unidos. Eso no es una importancia, es más, no son un factor de la política interna de España, de México, de Argentina, de Brasil, en fin, eso es una diferencia fundamental y luego tienes posturas distintas al interior de cada país”, expone.
“Hay una gran heterogeneidad, pero ese es el elemento fundamental. Sólo en Estados Unidos hay una mayor cantidad y sólo tienen allí un grupo de presión y lobby políticamente organizado”, advierte.
“Lo de Nicaragua es brutal”
Uno de los países que más ha estudiado Chaguaceda es Nicaragua y aunque dice sentirse incapaz de dar una lección sobre la realidad del país centroamericano, describe su situación como “brutal”.
“Creo que lo de Nicaragua es brutal, porque muestra cómo un país pequeño, con un régimen muy acerado, muy cohesionado, muy duro, dispuesto a pasar por encima de la Iglesia, de la sociedad civil, de los empresarios, de la oposición pueden en esta coyuntura global resistir con cierto éxito si no hay mecanismos contundentes de presión”, señala.
“Hemos visto incluso que una elección controlada por el partido Estado y por el Gobierno Ortega Murillo ha ido paulatinamente en una cosa kafkiana, devorando todos los candidatos posibles”, agrega.
Chaguaceda describe al régimen Ortega Murillo como “autoritario, muy autoritario, muy incivil, muy represor”.
“Pero que tiene ciertos espacios para difundir, qué se yo. Por ejemplo, hasta ayer se podía imprimir La Prensa y usted puede comprar la prensa en los que están aquí o en Nicaragua; ya eso no es posible por el bloqueo del papel, pero La Prensa tiene corresponsales, tiene un lugar, un edificio”.
“Siempre me acuerdo esta canción, Nicaragua Nicaragüita, que logren rescatar ese país porque realmente es un país muy hermoso que merece mucho más que la que la triste pareja Ortega Murillo”, concluye.