Opinión / Ensayos · 01/09/2021

La guerra de Afganistán terminó

La guerra de Afganistán terminó sin gloria ni festejos, todo lo contrario, y ahora se ha convertido una guerra política en Washington. El juego entre ambos partidos –la guerra fue una aventura bélica bipartidista– ha sido en esencia infantil: evitar asumir responsabilidad por el desastre y sobre todo no ser acusados de haber perdido Afganistán.

Los republicanos, con la salida desastrosa de Estados Unidos de Afganistán, ahora condenan al gobierno de Biden y los demócratas por el manejo del final de la guerra, mientras el presidente y sus aliados intentan crear una narrativa que evita la palabra derrota a toda costa.

Pero no hay manera de ignorar que una guerra que empezó con el objetivo explícito de expulsar del poder al Talibán y que acaba dos décadas después con el retorno del Talibán al poder es por definición una derrota, la cual fue pronosticada por ese enemigo que gozaba al decir: ustedes tienen los relojes, nosotros tenemos el tiempo.

Una derrota muy cara en costos humanos y financieros para Estados Unidos. La guerra costó la vida de 2,461 militares estadounidenses, fueron heridos otros 20 mil, muchos de los cuales necesitarán asistencia médica y sicológica el resto de sus vidas. Otros 3,846 contratistas privados estadounidenses también perdieron la vida.

Se calcula que el costo financiero directo de la guerra fue de US$ 2.3 billones de dólares, pero eso no incluye costos de intereses sobre esos fondos, ni el gasto sobre el cuidado de veteranos heridos.

Ni hablar de los costos para los afganos: más de 47 mil civiles muertos; más de 66 mil militares y policías afganos perecieron. En total, según cálculos del Watson Institute de la Universidad Brown, 241 mil personas murieron como resultado directo de la guerra en Afganistán

No todos perdieron. Las cinco empresas de armamento más grandes de Estados Unidos recibieron más de 2 billones de dólares en fondos públicos durante el periodo de la guerra en Afganistán.

La guerra fue apoyada de manera bipartidista desde que comenzó (una sola diputada disidente en la cámara baja, Barbara Lee, votó en contra de esa guerra), que, aunque fue iniciada por el republicano George W. Bush el 7 de octubre de 2001, fue ampliada por el demócrata Barack Obama, a partir de 2008, continuada de manera incoherente por el republicano Donald Trump, y ahora concluida por el demócrata Biden, quien la apoyó como senador y después como vicepresidente. La clase política norteamericana no aprendieron la lección de Vietnam.

Casi dos tercios de estadounidenses, 62 por ciento, opinan que la guerra en Afganistán no valió la pena, según una encuesta reciente de AP-NORC.