Muchos hogares en zonas rurales del país están complementando con sus recursos la merienda escolar de los estudiantes, esto pese a la insistente frase del régimen de Daniel Ortega y de Rosario Murillo, de mantener una permanente “restitución de los derechos” de los ciudadanos.
Una merienda escolar integral y nutritiva en los colegios públicos son solo un discurso en medios oficialistas, los que administran los hijos del matrimonio Ortega-Murillo. La realidad es otra y son los padres de familia, los que desde hace meses complementan la merienda.
Recientemente, la Ministra de Educación, Mendy Aráuz, anunció la última distribución de alimentos correspondiente a este año para el programa de merienda escolar.
Según la propaganda oficialista, se distribuyeron 47 mil quintales de arroz, 44 mil 200 quintales de cereal, 33 mil 548 quintales de frijol, 43 mil 932 quintales de maíz, 135 mil galones de aceite y 7 mil 900 quintales de harina de trigo.
Los alimentos serían destinados al beneficio de más de 1 millón 200 mil estudiantes del sistema preescolar, primaria, educación a distancia y las escuelas Normales en todo el país. El anuncio fue difundido en las televisoras, radios y plataformas que controla el régimen en un discurso uniforme y sin detalles.
La otra realidad
El programa debería garantizar que todos los estudiantes nicaragüenses reciban una alimentación adecuada durante su jornada escolar. Sin embargo, la implementación del programa se ha venido alejando de cumplir con ese objetivo.
La responsabilidad de preparar los alimentos, por ejemplo, está recayendo en gran medida sobre los padres de familia, quienes se ven en la necesidad de completar con sus escasos recursos el deficiente paquete alimenticio.
“Nos entregan una bolsita de aceite, más o menos una libra y media de frijol, cereal, maíz y harina. Pero lo que nos pasa a la mayoría es que hacemos el arroz y debemos comprar otras cosas como pan con tomates y mortadelas para completar una comida. El problema es que no todos tienen los recursos”, se queja Ofelia, madre de dos escolares de Las Segovias.
Ella dice estar consciente que la alimentación de sus hijos es su responsabilidad, pero le molesta que muy a menudo el régimen los utilice para “echarse flores”. “Lo que incomoda es la mentira. Y que hagan creer cosas que no son”, dice. “Hablan de buenos alimentos y nos llegan unos frijoles durísimos y esto es para los niños, da pesar la verdad”, se lamenta la ciudadana.
Lo que pasa en Las Segovias, está pasando también en otras localidades del país. “Tenemos que complementar nosotros y a veces uno no puede porque no hay plata”, dice un padre de familia que tiene dos años de no encontrar un empleo fijo en alguna de las fincas de la zona donde vive, en Jinotega.
En la comunidad El Cuá, de ese mismo departamento norteño, los padres de familia colaboran con la preparación de tortillas, frijoles, arroz y cereal fortificado con micronutrientes. En la mayoría de las ocasiones, aportan huevos y vegetales para complementar la merienda, pero no siempre es algo que les sea posible por la pobreza en la que viven.
Un programa que no ha mejorado en décadas
La implementación de la merienda escolar en Nicaragua comenzó durante los gobiernos liberales de Arnoldo Alemán y de Enrique Bolaños, con el objetivo de combatir la desnutrición infantil. Sin embargo, salvo algunas excepciones, el programa no ha experimentado mejoras significativas.
El apoyo del Programa Mundial de Alimentos (PMA), sigue siendo determinante para que la ayuda alimentaria se mantenga, ello, pese al desprecio que Ortega y Murillo suelen mostrar en plaza pública para hacer creer a sus seguidores que son “fuertes e independientes”. El Ministerio de Educación (Mined), depende de la organización casi en su totalidad, para mantener el programa de merienda escolar.
En las zonas más alejadas y con mayores niveles de inseguridad alimentaria y nutricional, el PMA aporta alimentos para 182 mil niños y niñas de preescolar, primaria y educación a distancia. Sin embargo, este apoyo tampoco es suficiente para garantizar una alimentación adecuada para todos.
Solamente algunos centros escolares subvencionados de la iglesia Católica, son los que han implementado los comedores escolares donde además de los alimentos que proporciona el Mined, lo complementan con verduras, pastas, pollo y otros insumos que mejoran la nutrición de los niños.
Por algún tiempo se implementó “el apadrinamiento” de la empresa privada como el caso de Casa Pellas en Estelí que construyó un comedor en la escuela pública María Llanes. Allá también aportaban para complementar la merienda escolar, sin embargo, la dictadura ha atacado esos esfuerzos con cierres y confiscaciones a los religiosos, a las oenegés y a la empresa privada.
Aparentemente, el régimen no da detalles del presupuesto destinado por el Mined para la merienda escolar para esconder que depende de la cooperación internacional.
Algunos datos sueltos del Ministerio de Hacienda indican únicamente que en los primeros tres meses de 2024 se han destinado montos para la compra de carpas para los alimentos en las bodegas y centros educativos. Se habla de 110 mil 841 córdobas, además de la contratación de servicios de reproducción de documentos para el monitoreo y seguimiento de la merienda escolar, al menos, 612 mil córdobas.
Unos 389 mil 340 córdobas se utilizaron para la compra de polines de madera de pino para el almacenamiento de los alimentos. Pero son pocos gastos en relación al costo de un programa tan importante como la merienda escolar en las escuelas públicas.
La diferencia con Costa Rica
En los últimos años, familias enteras de nicaragüenses han emigrado a Costa Rica en busca de oportunidades y huyendo de la represión de los Ortega-Murillo. Muchos se han ido con niños en edades escolares y rápidamente han logrado ingresar al sistema educativo de ese país.
Lo que han vivido en el caso del programa alimentario de escolares en ese país está, según ellos, “a años luz” de lo que pasa en Nicaragua.
“Aquí sí los niños comen, bien y sano”, dice una madre originaria de Rivas que vive en una provincia de San José.
El gobierno de Costa Rica implementa un programa de alimentación escolar que incluso es un modelo a seguir en la región. El Programa de Alimentación y Nutrición del Escolar y Adolescente llamado PANEA, cuenta con una esmerada planificación e infraestructura que garantiza la idónea nutrición de los estudiantes, explican sus autoridades.
En ese país, las escuelas están equipadas con comedores escolares, cocinas y áreas de almacenamiento adecuadas para preparar y conservar alimentos perecederos y no perecederos. El Estado provee utensilios de cocina, lo que facilita la preparación de comidas balanceadas que incluyen frutas, vegetales, carnes y lácteos.
El manual de implementación del programa PANEA, proporciona una guía detallada sobre la selección y manejo de los alimentos, asegurando que los estudiantes consuman productos nutritivos y seguros. Por ejemplo, se incluyen carnes de res, cerdo y pollo, que son fuentes importantes de proteínas, y se desaconsejan productos procesados y de alto costo como camarones y carnes complejamente preparadas.
El programa beneficia a 855 mil estudiantes, durante más de 200 días al año. Los estudiantes reciben este servicio, y alrededor del 40% de ellos reciben dos o más comidas al día, mientras que un 10% adicional, reciben el beneficio durante el periodo de vacaciones.
Régimen de Ortega, negligente
Un nutricionista local que conoce ambos sistemas alimenticios dice que la simple comparación entre los programas deja clara la negligencia de las autoridades nicaragüenses en este tema sensible de la nutrición de los niños en las escuelas públicas.
“Este debería ser un tema clave, importante porque hablamos de dos componentes vitales para un país: niños y educación. Unos, son el futuro, porque un día crecerán y serán los profesionales del país y lo otro es la formación de ese profesional, su educación”, dice el especialista.
“Costa Rica parece contar con un programa robusto y bien planificado que garantiza la nutrición de los estudiantes, mientras que en Nicaragua, es un programa mal estructurado, deficiente en su contenido, desordenado y dependiente. Solo parece bueno en la propaganda gubernamental”, acusa.
“Los niños y niñas de estas escuelas –agrega– son los que sufren. Falta inversión, entregar alimentos de calidad y no cargarle a las familias ni a la cooperación, el régimen debería demostrar con hechos, que prioriza el bienestar de su población estudiantil”, señala.
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