Opinión / Ensayos · 21/05/2024

Por qué impusieron “casa por cárcel de facto” a Humberto Ortega

*Mónica Baltodano | 21 de mayo 2024

Las afirmaciones recientes de Humberto Ortega, en la entrevista publicada por Infobae y La Prensa han desatado un mar de comentarios y especulaciones. No se puede obviar que Humberto fue comandante de la Revolución de 1979, primer jefe del Ejército —creado después del derrumbe de la Guardia Nacional— y uno de los estrategas del tercerismo, tendencia que planteó la urgencia de las políticas de alianzas y de las insurrecciones en las ciudades.

Es cierto que un sector de la sociedad lo repudia por haber sido el jefe de un Ejército que se enfrentó rápidamente a la contrarrevolución. Con frecuencia se obvia que, en los años 80, lo que se libró fue una feroz guerra contra un ejército cuasi regular, con apoyo del Gobierno de Ronald Reagan, quien se propuso tempranamente terminar con la Revolución. No es nuestro propósito entrar en polémicas sobre este tema sino mas bien tratar de leer lo que está detrás de las posiciones de Humberto Ortega, quien además es el hermano del dictador.

Ortega estuvo muy mal de salud. Ahora se siente mucho mejor, pero sabe que su salud es precaria. Sin duda está preocupado de cómo lo juzgará la historia. No quiere quedarse en silencio y piensa que aún puede hacer algo por Nicaragua para evitar que “terminemos matándonos entre nosotros”. En ese sentido, se alinea con la opinión mayoritaria de los opositores: nadie quiere nuevas guerras ni confrontaciones fratricidas, las nuevas generaciones apuestan por la salida cívica y pacífica.

Sin duda su posición, aunque desde mi punto de vista adolece de vacíos y errores, tiene el mérito de ser directa y franca. Que sea viable es otra historia. Pero es indicativo de que el antiguo bloque de poder se debilita. Que hay que seguir insistiendo que, con Ortega y Murillo, se prolongan los males de Nicaragua.

Humberto hace una afirmación que debe haber caído como una bomba en El Carmen: Ni Rosario ni sus hijos ni nadie del actual grupo del poder pueden ser solución. Si Daniel muere están perdidos y solo quedaría la incertidumbre y el peligro del caos. Para una psicópata obsesiva que viene trabajando desde hace diecisiete años en constituirse en el relevo de Daniel Ortega, que ha pasado a controlar la CSJ y la Policía y viene proyectando a su hijo Laureano en la línea sucesoria dinástica, este planteamiento es mortífero. La respuesta implacable al poner a Humberto en “casa por cárcel de facto”, tratando de incomunicarlo y callarlo es prueba de ello. A la vez explicita el incremento de los controles murillistas  en los órganos represivos.

Sin duda, Humberto va avanzando en su posición crítica al régimen de su hermano. Esta vez afirma que ahora tiene una comunicación más natural, más fluida con Daniel. “Estamos conversando” —ha dicho. Debemos pensar que su hermano está al tanto de lo que ahora hace Humberto. Esto no era así hace algún tiempo. Ha logrado evadir el cerco de la Chayo. Y ésta no estará contenta, obviamente.

Afirma que, por estas posiciones críticas, lo pueden mandar a matar… pero dice que no les tiene miedo. Lo que pretende es hacer un llamado de angustia. Está convencido de que, sin arreglo político, Nicaragua va al caos y que no hay fuerza que pueda evitarlo. Entonces, advierte los riesgos de los alineamientos geopolíticos de la dictadura y que, frente a los riesgos del caos, los gringos pueden optar por una “operación quirúrgica”. Creo que es una forma de advertencia muy fuerte.

Es importante señalar que Humberto Ortega llama por su nombre al Estado corrupto y parasitario que se ha instalado en Nicaragua. Y afirma que está sostenido con “una médula del poder dogmática”. Vamos al desastre, afirma, aunque las cosas parecieran que están bien. También lo califica como “un poder de tipo autoritario, dictatorial”, que no permite el ejercicio democrático. Desde su posición es difícil ser más claro y directo. Hay que reconocer que es una postura valiente.

Señala como muy grave que el Ejército no haya desarmado a los paramilitares, aun teniendo toda la información del tema, desde sus órganos de inteligencia. Dice que, más bien, ayudó con inteligencia y complicidad en la crisis de 2018, en vez de asumir su rol de Estado. Es una grave confirmación de lo desde 2018 sabíamos y hemos venido denunciando, pero que lo afirme él como exjefe y fundador del Ejército tiene mucho significado. También cuestiona a la jefatura del Ejército y a la Policía que se han sumado a la tendencia de este Estado autoritario. Sin duda habrá oídos que escuchen desde las Fuerzas Armadas.

Humberto Ortega sugiere un reencuentro de todas las fuerzas que están polarizadas y llenas de odio. Y eso obviamente no será fácil ni viable, por ahora; pero este es un planteamiento en el que coinciden muchos líderes políticos y la ciudadanía sensata. Nicaragua debe ser para todos los nicaragüenses y las diferencias y propuestas para el país deben ser dirimidas por los cauces democráticas.

Antes de estas declaraciones, Humberto Ortega había publicado un artículo titulado Qué hacer, con reflexiones correctas sobre la situación geopolítica y los riesgos que entraña para la humanidad los peligros de una conflagración con bombas nucleares de por medio. Pero en lo referido a Nicaragua contenía afirmaciones soberbias como la derrota de la contrarrevolución, pues realmente el desarme de ésta se produjo como resultado de negociaciones de paz en la que tuvieron un papel relevante los presidentes de Centroamérica en los Acuerdos de Esquipulas y luego en los diálogos de Sapoá.

Por supuesto que no podemos compartir con Humberto Ortega todas sus afirmaciones, pero debemos de reconocer que todo lo que favorezca el debilitamiento de los cimientos y los soportes de la dictadura, y profundice las contradicciones con el núcleo de poder; todo lo que ponga de relieve la naturaleza despótica y cerrada del régimen es una contribución a la compleja lucha en la que estamos enfrascados los nicaragüenses por el restablecimiento de la república.

*Mónica Baltodano | Guerrillera, revolucionaria y política nicaragüense. Participó en la insurrección contra la dictadura somocista. Exdiputada de la Asamblea Nacional. Fundó el disidente Movimiento por el Rescate del Sandinismo. Tiene una licenciatura en Ciencias Sociales y una maestría en Derecho Municipal de la Universidad de Barcelona, España. Es autora de la serie “Memorias de la Lucha Sandinista”.

*Artículo de opinión publicado originalmente en Confidencial