Opinión / Ensayos · 02/07/2024

Una infructuosa búsqueda

Filadelfia, Washington D.C, Nueva York y Nueva Jersey, son algunas de las ciudades que hemos visitado en búsqueda de un ciudadano nicaragüense que, en condición de refugiado, asilado, “paroleado” o cualquier otra condición migratoria, nos de un testimonio de ayuda recibida por las organizaciones políticas que operan en el exterior, formadas por nicaragüenses y que se muestran muy activas en los medios de comunicación, en los foros internacionales, incluso algunos de sus miembros, han recibido premios por su destacada lucha por la libertad de Nicaragua, también es conocido que algunos de estos grupos reciben fondos para financiar sus actividades. Pero la búsqueda hasta ahora ha fallado.

Los nicaragüenses que a diario se suman a ese incesante flujo migratorio, tratando de hacer de Estados Unidos su lugar de residencia, se las ingenian para lograrlo, la ayuda de familiares, amigos o simplemente la mano solidaria de algún compatriota que sufrió las mismas penurias cuando llegó a este país, son los testimonios vívidos de esa hermandad que supera cualquier barrera, “aquí todos pasamos por las mismas dificultades”, me dijo escuetamente una joven, graduada en la escuela de arquitectura de la confiscada Universidad Centro Americana (UCA), quien promovía su marca de café nicaragüense en la Feria del Orgullo Gay, realizada en el centro de la ciudad de Filadelfia en junio recién pasado. ¿Regresarás a Nicaragua?, le pregunté, y sin titubear respondió, “claro que sí, una vez cambien las condiciones de mi país, espero volver con más experiencias, más conocimientos y con nuevas herramientas y equipos de trabajo, para seguir manteniendo la tradición cafetalera de Nicaragua y promover la calidad de nuestro café, aquí tengo un mercado que espero seguir expandiendo”.

Son miles de nicaragüenses que han adquirido nuevos conocimientos, experiencias y estilos de trabajo; responsabilidad, puntualidad y calidad en lo que se hace, son algunos de los valores que han mejorado o adquirido en el desempeño de las más diversas labores, “la hora nica”, aquí no existe, me dijo un joven que esperaba el metro en la ciudad de Nueva York para dirigirse a su trabajo, a inicios de este año dio sus últimas horas de trabajo en una maquila de la Zona Franca, cercana al aeropuerto internacional de Managua.

El escenario siguiente, una vez la dictadura desaparezca, será lograr que la diáspora nicaragüense participe en el ejercicio democrático de poder elegir o ser electos, ello me conduce a preguntarme si estos jóvenes mencionados, y otros no tan jóvenes, que radican en Estados Unidos, estarán dispuestos a dar su voto a una dirigencia política que nunca estuvo presente cuando la necesitaron. Y más allá de esa duda razonable, hay que preguntar a esos líderes, acerca de sus planes para hacer retornar al capital humano nacional que ha drenado las capacidades productivas, científicas y técnicas de un país que requerirá más allá de la inventiva de un puñado de, digamos por ahora, bien intencionados políticos profesionales.

Ezequiel Molina

Julio 2, 2024         

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