Destacados / Opinión / Ensayos · 01/08/2024

Izquierdas que alcanzan a la ultraderecha

José Alberto Montoya

En algún momento el presidente Pepe Mujica, mencionó que las izquierdas se “pelean” por ideas y las derechas se juntan por intereses, y lo cierto, es que hay izquierdas de izquierdas, lo que quiere decir que dentro de los propios progresismos hay diferencias, porque si algo nos ha dejado claro los nuevos contextos políticos, es que las juventudes han llevado sus luchas hasta lo institucional para blindar sus derechos, una realidad que ha transformado la dinámica en los partidos políticos, por supuesto, en la izquierda, que poco a poco, ha dejado a un lado, aquella izquierda roja que era una alegoría a la tradición soviética.

Tanto en Europa como en América Latina, ya no podemos pensar en ser de izquierdas sin tomar en cuenta las luchas interseccionales de la población, por lo que gobiernos conservadores y tradicionalistas que atentan contra los derechos reproductivos de mujeres y personas gestantes, así como, la libertad de las personas por contraer matrimonio y hacer su plan de vida sin importar sus preferencias sexuales, ha dejado en evidencia con mayor facilidad a gobiernos neoliberales que se han autodenominado de izquierdas.

El mayor ejemplo es el caso de Daniel Ortega y Nicolás Maduro, ambos, se profesan como hijos de revoluciones que terminaron con el deterioro de la institucionalidad de sus países, reprimiendo a juventudes, mujeres, comunidades indígenas y acabando por completo la estabilidad económica de Nicaragua y Venezuela, sin hablar de las violaciones diarias a los derechos humanos.

Partiendo de esto, las izquierdas se han dividido entre la coherencia de liderazgos que han tenido claro que la vulneración a la integridad humana está por encima de cualquier ideología, cosa que naturalmente te lleva a coincidir con las derechas y no porque las derechas sean defensoras de derechos (todo lo contrario), si no, porque las derechas son adversarios naturales de estos regímenes; y cuando se asegura que no son defensores de derechos, esto es porque se ha notado cuando gobiernos abiertamente de derechas son los que vulneran derechos, no existe la denuncia como se ha viralizado con gobiernos autodenominados como socialistas, el mejor ejemplo, es la agresión israelí al pueblo palestino.

            Por otro lado, están quienes quieren ignorar por completo que Ortega y Maduro son lo mismo que Bolsonaro o Pinochet, y se han quedado en momentos muy específicos de la historia, como si la vida no avanzara. ¿De qué le sirven a los pueblos izquierdas obsoletas incapaces de denunciar cuando los derechos humanos están siendo agredidos? ¿son realmente izquierdas este tipo de izquierdas?

            Una persona progresista debe de tener la coherencia y el coraje de jalarle la chaqueta a su compañero cuando está fallando y no darle cheques en blanco. Es una completa vergüenza que figuras de relevancia en las izquierdas mundiales, estén apañando los actos autoritarios de Nicolás Maduro; y ya, José María Villalta, ex diputado costarricense, lo dijo con claridad, no es un asunto de simpatizar con la oposición venezolana, porque no creemos que una alternativa de esa envergadura, muy similar al Milei de la motosierra, logre estabilizar un país tan dañado, pero hay una cosa que no es negociable, y es lo sagrado del derecho popular a elegir a sus gobernantes, y ese derecho debe ser defendido sin importar quienes salgan electos, porque la base de la justicia social y la democracia, es la participación popular.

            La postura del presidente Arévalo y los liderazgos de Semilla, es el tipo de izquierdas a la que se deben de apuntar, como ya lo dijo la ex diputada guatemalteca, Lucrecia Hernández Mack (Q.E.P.D) – debemos calibrar la brújula de la ética.

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