Opinión / Ensayos · 17/01/2024

¿Otro triunfo de Ortega?

Desde la era Somoza hasta la “liberación” de los 222 secuestrados por la dictadura sandinista, y desterrados hacia Estados Unidos en febrero pasado, la excarcelación de víctimas de las dictaduras, era sinónimo de triunfo, y a la vez símbolo de debilidad del régimen; esa percepción parece haber cambiado. El destierro de 19 católicos secuestrados, entre obispos, sacerdotes y seminaristas, ha sido un gran alivio para ellos, que estaban injustamente privados de libertad y en muchos casos sufriendo aislamiento y tortura, y motivo de alegría para la gran mayoría del pueblo nicaragüense; pero para quienes residen en Nicaragua, y adversan en silencio los crímenes de la familia dictatorial y sus lacayos civiles y militares, también es motivo de sospecha razonable, de que el ambiente represivo y el flagrante abuso de poder de la dictadura, sus órganos represivos y sus operadores políticos, diplomáticos y económicos, podría profundizarse.

La intervención vaticana en la crisis sociopolítica nacional, difícilmente puede calificarse de positiva a favor de las demandas del pueblo, y tampoco con su propia grey, recordemos que monseñor Silvio Báez fue convocado a Roma por el pontífice, en lo que pareció una maniobra para quitar a Ortega y su consorte, una de las voces más críticas del régimen. Las negociaciones posteriores entre la Santa Sede y la dictadura se han realizado con absoluto secretismo, la de octubre pasado que desterró a 12 sacerdotes que fueron enviados al Vaticano, y esta última de inicios de año, que se produce en un contexto político y económico, que muy oportunamente beneficia a Ortega y sus adláteres.

El destierro de los católicos quita presión al régimen, principalmente al lograr la expulsión del indoblegable monseñor Álvarez, cuya exigencia de liberación de parte del pueblo nicaragüense, aunque en silencio, se manifestaba a través del desafío que planteaba a la dictadura la amplia participación de la población católica en los eventos realizados por la iglesia en ciudades, pueblos y comunidades, a sabiendas que toda actividad de la iglesia es monitoreada por informantes (sapos) reconocidos, y en muchos casos de policías uniformados.

En el plano político, las elecciones presidenciales en 7 países de América, concentrarán la lupa de medios de comunicación y de organizaciones regionales defensoras y promotoras de los derechos humanos en dichos procesos, lo que beneficia a la dictadura Ortega Murillo al pasarla a un segundo plano de interés, además que las elecciones de El Salvador y un virtual triunfo de Bukele, significan una ruptura constitucional al precepto de no reelección y un espaldarazo al continuismo de liderazgos personales; en el caso venezolano, el relajamiento de las sanciones económicas y las tácticas del madurismo, apuntan a un proceso electoral amañado y una campaña política de las fuerzas opositoras cercana a la nulidad, lo que daría un nuevo triunfo al grupo mafioso que domina Venezuela desde hace 25 años. El caso de las elecciones en Estados Unidos también apuntala un panorama de relativa tranquilidad para el régimen, y es que el año electoral significa para el establishment político washingtoniano, no tomar acciones en política exterior que puedan enturbiar la campaña política de los demócratas.

Por último, y no menos importante, la dictadura sandinista seguirá impulsando su papel de traficante de migrantes hacia Estados Unidos, lo que se ha convertido en una importante fuente de ingresos, a la par de ello el flujo migratorio de connacionales continuará este año y con ello el aumento de remesas que oxigenan a la dictadura, A todo lo anterior añadamos la inexistencia de una fuerza opositora cohesionada en el exterior, una población interna presionada por la represión de los órganos de seguridad, y sumado a ello la creciente inflación y carestía de la vida, la resultante no es nada alentadora para las mayorías.

A pesar del escenario descrito, considerar esos hechos circunstanciales como permanentes, olvidando los efectos de causalidad, que aunque imperceptibles, están siempre presentes, nos conduce a la conclusión que en política nada está escrito, y que los pronósticos de los agoreros fallan con demasiada frecuencia; la dictadura es frágil, su razón es la fuerza represiva y su liderazgo se fundamenta en el clientelismo. La deriva es una complicada fórmula que sólo tiene un resultado: el fin de la dictadura.

Ezequiel Molina

Enero 17, 2024