Memoria · 10/01/2023

¿QUIENES MATARON REALMENTE A PEDRO JOAQUIN CHAMORRO?

*Ignacio Briones Torres (PRIMERA PARTE)
Publicado originalmente el 17 de Enero del 2000, en Bolsa de Noticias

Recuerdo como si fuera hoy aquel 10 de Enero de 1978 día en que fue asesinado Pedro Joaquín Chamorro. Mientras su acribillado cuerpo era llevado al Hospital Manolo Morales (hoy Dr. Roberto Calderón), antes que los relojes del país marcaran las nueve y media de la mañana, nos trasladamos a la redacción de «La Prensa» en donde todo era consternación, estupor e indignación. Un chofer de apellido Chamorro había llevado su testimonio personal del crimen.

Por esta vía se confirmó el asesinato, pues por unos momentos se había pensado que el atentado no sería mortal.

Uno de los colegas redactores pidió nuestra opinión y con toda convicción declaramos que a Pedro «sólo matándolo sus adversarios políticos podían silenciarlo».

Esta declaración fue publicada en la edición de ese mismo día.

Pablo Antonio Cuadra se encontraba en la oficina particular de Pedro escribiendo el célebre editorial «Su sangre salpica toda Nicaragua» y unos minutos posteriores a nuestra llegada vimos aparecer al Dr. José Esteban González quien se había distanciado de Pedro desde bastante tiempo antes por conocidas rivalidades políticas. Llegaba a hablar con PAC que formaba parte de la Comisión Permanente de Derechos Humanos a patentizarle su condena al crimen.

La tarde del 9, Pedro había comentado conmigo una Conferencia de Prensa dada por un grupo de social-cristianos que lo acusaban de querer dividir sus filas. De esta Conferencia solo había hecho eco el diario «Novedades», propiedad de los Somoza.

Particularmente Pedro se mostraba muy molesto por unas palabras que contra su persona se atribuían haber sido dichas por el Dr. Róger Miranda Gómez, a quien se disponía a contestar, según me dijo, en la siguiente edición de «La Prensa».

En efecto, la mañana del 10 se encontró en su máquina de escribir una cuartilla en la que solo había escrito unos párrafos y que nunca llegaría a concluir. Dicha cuartilla según recuerdo ahora, fue entregada a PAC.

A la media mañana el cadáver de Pedro fue trasladado a su casa de «Las Palmas» por una multitud de ciudadanos que alzando sus puños gritaban su indignación contra la dictadura. Nosotros formamos parte de esa multitud junto con otros colegas y al llegar a la residencia en donde en numerosas ocasiones habíamos compartido tertulias y copas con Pedro nos enteramos que doña Violeta, la viuda, no se encontraba en Nicaragua. Familiares anunciaban que esperaban su regreso al país en las próximas horas.

Mientras estos sucesos ocurrían en Managua, el poeta Ernesto Cardenal al conocer la noticia del crimen en Costa Rica donde estaba viviendo vertió la primera acusación, afirmando que el asesinato había sido perpetrado por la Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA). Ante semejante afirmación se exigiría horas después a Cardenal que mostrara las pruebas de su aserto. Este guardó silencio.

Por algunas expresiones posteriores de doña Violeta deduje que las declaraciones del poeta de Solentiname la había molestado, pues claramente exoneraban a los Somoza del crimen. Ella lucía muy segura que la orden para asesinar a su marido provenía del propio General Anastasio Somoza Debayle, presunción que era compartida por todo el país.

Conjuntamente con PAC, la primera y las sucesivas ediciones de «La Prensa» después de haber sido asesinado su Director, en todas y cada una de las cuales podía constatarse la indignación con que se elaboraban, correrían a cargo del Dr. Danilo Aguirre Solís.

Día tras día se multiplicaban las versiones del crimen y aún para el más experimentado periodista la tarea de desentrañar al o los promotores intelectuales del asesinato habría sido considerada como un esfuerzo editorial de suyo complicado.

Con singular valentía y sin embage alguno, en una de esas ediciones, se señaló como principal inductor al hijo del dictador Anastasio Somoza Portocarrero.

«El Pueblo sabe ya quién es el asesino mayor» destacó a ocho columnas y doble espacio la edición del domingo 22. Somoza Portocarrero ostentaba el rango militar de Mayor de la GN y el titular no dejaba espacio alguno para que no se le identificara.

Durante todo el 10 se dijo en diferentes círculos de la ciudad que unas noches antes del asesinato, el Estado Mayor de la Guardia se había reunido en casa de la amante de Somoza Debayle, Dinorah Sampson, para discutir qué hacían con Pedro pues tenían noticias de que precisamente el día 10 «La Prensa» empezaría a publicar una serie de reportajes que según sabían los militares se había preparado para denunciar el que se consideraba mayor robo perpetrado por los uniformados a cargo de la Oficina de Abastos de la institución a cuya cabeza aparecía el General Gustavo Medina.

«Jódanlo», habría dicho «El Chiguín», apodo con el que también se identificaba al hijo del dictador. Dando por cierta la realización de esta reunión, los responsables de «La Prensa» habían concebido el titular referido.

Continúa…