La salud del general en retiro Humberto Ortega Saavedra se deterioró en junio pasado, cuando fue internado en el hospital militar, ubicado en Managua. A pocos sorprendió su deceso tomando en cuenta el desprecio de su hermano Daniel Ortega y de su esposa Rosario Murillo a la vida de sus opositores.
Antes de fallecer, el general Humberto Ortega Saavedra le recomendó a su hermano negociar su salida del poder y le restó méritos a Murillo y a sus hijos para la dinastía que el matrimonio septuagenario quiere instalar en el país.
“Estaba condenado a muerte”, dice un analista local que pide hablar bajo anonimato para esquivar una cárcel segura. “Estaba muy enfermo y le recetaron encierro, solo por llamar a (Danile) Ortega a hacer lo que todos piden que haga, claro, eso significa descartar la continuidad en el poder de esa familia que tanto daño ha causado al país”, explica el experto.
El general en retiro se encontraba en casa por cárcel luego de conceder una entrevista al medio internacional Infobae, donde expresó su perspectiva crítica a la situación política en Nicaragua y sobre el régimen dictatorial de su hermano, en un sentido contrario a la narrativa oficialista.
Eso le costó el encierro, la incomunicación y por último la muerte. En este reporte recogemos ocho claves de ese discurso que activaron de inmediato el odio visceral de su hermano y de su cuñada, Rosario Murillo, los que de un plumazo intentaron borrar su trayectoria como guerrillero del antiguo Frente Sandinista, su rango de general en retiro y la sangre que los unía.
En la entrevista que el exmilitar cedió al periodista Fabián Medina expone una narrativa crítica y matizada sobre los crímenes de su hermano, a los que llamó eufemísticamente “errores” del régimen. Tanto Murillo como Ortega, siguen negándolos pese a los informes locales e internacionales que incluso los acusan de cometer crímenes de lesa humanidad.
1. La crítica al autoritarismo y a la represión en 2018
Humberto Ortega reconoció que el régimen de su hermano, atenazado al poder desde el 10 de enero de 2007, subestimó el descontento del pueblo y actuó de manera represiva durante las protestas de 2018, lo que derivó en “excesos repugnantes y criminales” de ambas partes.
En cambio, la versión oficial de Nicaragua niega los crímenes, justificando las acciones del Estado como “una defensa legítima frente a un intento de golpe de Estado”. Humberto Ortega señaló que hubo una reacción desproporcionada del régimen que agravó la crisis, mientras la familia dictatorial sostiene que sus acciones fueron defensivas y justificadas con la tesis “del fallido golpe de Estado”.
“(…) Desde la crisis de 2018, la comunicación ha estado cerrada, no se permite el ejercicio democrático a través de la imposición de un régimen policiaco, que da lugar a la tendencia autoritaria, antidemocrática del gobierno actual”, reconoció el fallecido general.
2. La complicidad del Ejército
Quien un día fuera jefe del Ejército Popular Sandinista, Humberto Ortega criticó al Ejército, llamado ahora Ejército de Nicaragua. Lo criticó por haber tolerado la actuación de civiles armados y paramilitares durante la represión.
La denuncia y el señalamiento directo contra la casta militar, hoy de rodillas ante Daniel Ortega y Rosario Murillo, contradice la posición oficial del régimen de Daniel Ortega de que el Ejército, no participó directamente en los actos de represión de 2018. El régimen en que cualquier uso de la fuerza fue dentro de los márgenes de la legalidad y que los grupos armados “eran policías voluntarios”.
“El pecado más grande del Ejército (…) fue la tolerancia con civiles armados, en particular con paramilitares, que sus aparatos de seguridad e inteligencia tenían registrados, que sabían dónde estaban, sabían dónde se movían y que, incluso, toleraron que se armasen”, dijo Ortega Saavedra.
“(…) Entonces para mí, el Ejército, de hecho, fue cómplice de una situación confusa que conllevó a una responsabilidad enorme de dolor y muerte”, acusó.
3. La necesidad de diálogo y apertura democrática
En algún momento de aquella entrevista, el general Humberto Ortega, planteó la necesidad de que Daniel Ortega promoviera un proceso de apertura democrática para resolver la crisis, sugiriendo que la única vía es sentarse a negociar con todas las partes, incluyendo a los Estados Unidos y a la oposición.
En contraste, la posición del régimen sigue rechazando cualquier tipo de diálogo con los opositores, a quienes califica como golpistas financiados por potencias extranjeras, principalmente Estados Unidos.
“En mi consideración solamente hay una vía para resolver el empantanamiento del conflicto, que se ahondó en la crisis del 2018. Ese camino es buscar cómo sentar a las partes, altamente polarizadas y llenas de desconfianzas por las acciones mutuas que se recelan y se cuestionan. A todo gobierno se le carga mayor responsabilidad. Que haya conciencia profunda en el actual grupo de poder de la desviación del proceso democrático”, señaló.
4. Crítica a la alineación ideológica internacional y nacional de la dictadura
En algún instante de la entrevista, Ortega Saavedra criticó dos cosas que la dictadura vende como “victorias”: una es el alineamiento internacional con Rusia, China, Irán, Cuba, Venezuela, Hamás y resto de países enemigos de Estados Unidos.
Y la otra, por tolerar y permitir el dogmatismo de los seguidores más radicales de Daniel Ortega, que han aconsejado acciones contrarias a la búsqueda de soluciones, acusación que atañe directamente a Rosario Murillo, quien asumió las riendas de las relaciones internacionales y diseñó el modelo represivo actual.
El general en retiro describió que tales actuaciones han resultado en un fracaso en la administración del país luego de seis años de crisis y que incluso, ponen en riesgo la vida del mismo Daniel Ortega
La narrativa oficial del régimen, es vender la alianza con China y Rusia como “victorias” del pueblo y ha celebrado las atrocidades de policías, fiscales, jueces, diputados, militares, paramilitares, ministros y sus carceleros como “acciones heroicas”
La dictadura defiende el actual modelo represivo como la única opción viable “para garantizar la paz en Nicaragua”, argumentando que los opositores y Estados Unidos, buscan revertir los logros revolucionarios mediante la desestabilización.
El general Ortega, por su parte, consideraba que esta postura es insostenible y llamó a un pragmatismo que permita una negociación incluso con aquellos a quienes el régimen considera “enemigos de la humanidad”.
“La decisión de tener una integración más profunda con Rusia o China no debe conllevar a chocar con los Estados Unidos, potencia con la cual tenemos grandes ventajas y beneficios en el marco de los tratados económicos y comerciales en vigor. No caer en la trampa de los extremistas que alientan el ataque permanente y frontal a los Estados Unidos para provocar una reacción imperial en el tenso conflicto mundial, que podría ser pretexto para golpes quirúrgicos, para suplantar gobiernos del Alba, Nicaragua en particular”, advirtió.
5. El discurso virulento del dictador tendría secuelas
Para Humberto Ortega, el discurso virulento y permanente de su hermano contra Estados Unidos, podría provocar una “operación quirúrgica” de EE. UU. para sacarlo del poder. Ello aunque la propaganda del régimen lo vende como “un invencible luchador contra los yanques”.
Una acción bélica de este tipo por Estados Unidos, como la cometida en 1989 contra el dictador panameño Antonio Noriega, fue una posibilidad que él vio como real en el contexto de la tensión política internacional en la que Daniel Ortega empuja al país.
Al contrario, la posición oficial del régimen refuerza la narrativa de victimización, sosteniendo que Estados Unidos está orquestando un golpe de Estado para eliminar el régimen “revolucionario”, pero sin admitir la posibilidad de un conflicto armado limitado o selectivo, como el que el general mencionaba.
“Estados Unidos no quiere problemas aquí en la región de tipo anárquico y mucho menos guerra prolongada. Simplemente sería como sacar una muela que les está estorbando, conservando intacta la dentadura. Sacar la pieza más descompuesta”, señaló el fallecido general.
6. Los errores políticos del régimen de su hermano
Humberto Ortega, señaló que hubo errores graves en la conducción del país antes y durante la crisis de 2018, y que el régimen de su hermano, debía asumir la responsabilidad por ellos. Su observación, chocó con la narrativa oficialista que insiste en que la crisis fue provocada exclusivamente por actores externos, como Estados Unidos y la oposición nicaragüense, buscando desestabilizar al gobierno legítimo.
Esta divergencia puso de relieve el enfoque más pragmático de Ortega Saavedra frente a la postura defensiva y conspirativa del régimen. “Algunos han optado por un camino totalitario para imponer un modelo, un sistema que no tiene cabida en Nicaragua. Que no es viable, lo intentan y fracasan y terminan borrados de la historia”, advirtió.
“Para antes de la rebelión –agregó entonces– el régimen subestimó el profundo malestar del pueblo por las formas cada vez más autoritarias del régimen y de sus aliados anteriormente antisandinistas y corruptos. Fue poco a poco ahogando las protestas sociales y políticas, y debilitando el necesario pacto social representado en la tripartita de trabajadores, empresa privada y gobierno. Al mismo tiempo se fortaleció el acoso policial al opositor en general”, describió.
7. El vacío de poder y una dinastía condenada al fracaso
Otro punto fundamental del mensaje de Humberto Ortega en aquella entrevista fue haber señalado que, tras la muerte de su hermano, el dictador Daniel Ortega, la idea de una sucesión dinástica no tendría cabida ni futuro en Nicaragua.
Según el general, el propio Ortega al empoderarse como dictador dentro del Frente Sandinista y no admitir alternancia en el relevo, castró toda posibilidad de un cambio de poder ante su posible fallecimiento y dejó a la organización como un feudo dependiente del caudillo.
La crítica del fallecido exmilitar a la idea de una dinastía orteguista, a como ocurrió con la dinastía somocista, fue la gota que “derramó el vaso de odio” de su cuñada Rosario Murillo, quien lleva años orquestando la sucesión dinástica ante una posible muerte de Daniel Ortega, de 79 años.
“Cuando hay un poder de tipo autoritario, dictatorial como el actual, que depende muchísimo de la figura de un líder que ejerce la Presidencia, ante la ausencia de este, es muy difícil que haya una continuidad del grupo de poder inmediato”, dijo.
“¿Por qué razón? –explicó– Porque la misma tendencia autoritaria, personalista, verticalista de mandar, ha castrado las correas de trasmisión del partido. El partido actualmente no tiene repuesto. Están ahí, no por una mística, sino por estar ahí como funcionarios, muchos queriendo hacer bien, pero más que todo, teniendo beneficios de esa participación gubernamental y política. Si falta Daniel Ortega, para mí, Humberto Ortega, no hay posibilidad de que nadie de ese grupo de poder pueda ejercer la influencia frente a un proceso…”, señaló.
8. “Ni Rosario Murillo, ni sus hijos”
Uno de los aspectos claves de las razones por las cuales Humberto Ortega terminó incomunicado, encarcelado en su propia casa y aislado hasta su muerte en un hospital bajo custodia policial y militar, fue haber desnudado las debilidades de la familia Ortega-Murillo ante los poderes fácticos de Nicaragua.
Según la visión que tenía del exmilitar, ni Rosario Murillo, ni ninguno de sus hijos, tiene la capacidad, legitimidad y astucia para sobrevivir al poder sin Daniel Ortega. “Sin Daniel no hay nadie, porque, con todo y todo, Daniel es el único líder, histórico, que aún conserva los créditos de esa lucha”, dijo.
“Sin Daniel veo muy difícil que haya unos dos o tres que se junten. Mucho menos una en particular, y más difícil en la familia. Hijos que no han tenido el acumulado de una lucha política”, aseveró.
Para Humberto Ortega, su hermano Daniel sigue los pasos del dictador Anastasio Somoza Debayle, quien quiso heredar su poder a su hijo Anastasio Somoza Portocarrero del mismo modo que él lo heredó de su padre y fundador de la dinastía, Anastasio Somoza García.
“Ni Somoza pudo establecer a su hijo. Con la ausencia de Daniel sería muy frágil sostener todo lo que hasta ahora ha logrado sostener con gran esfuerzo y con enormes complejidades. No sólo a nivel interno, sino también con las fuerzas aliadas de las izquierdas y los gobiernos de la región. Al único que conocen es a Daniel”, dijo.
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