*Félix Maradiaga
El Ministerio de Seguridad Pública es un ministerio gubernamental de la República Popular China responsable de la seguridad pública y política. Supervisa a más de 1.9 millones de agentes de las fuerzas del orden del país y, como tal, a la gran mayoría de la “Policía del Pueblo” o policía popular. Aunque el MPS es una fuerza policial a nivel nacional, la realización de labores de contrainteligencia y el mantenimiento de la seguridad política del Partido Comunista Chino (PCCh) siguen siendo sus funciones principales. Es el equivalente a lo que en Nicaragua era el ministerio de Interior.
Bajo el liderazgo del dictador Xi Jinping, el líder más autoritario de China en décadas, esa agencia secreta de espionaje del país ha elevado drásticamente su perfil público y ampliado su ámbito de acción. De ser una organización sombría sin una cara pública discernible, se ha transformado en una presencia altamente visible en la vida pública china, restringiendo las pocas libertades que tenía el pueblo chino durante la etapa de apertura previa a la llegada de Xi.
La visita de un representante del Buró de Seguridad Política de China a Nicaragua y su reunión con el Ministerio del Interior y la Policía Sandinista es una señal alarmante del fortalecimiento de lazos entre dos regímenes autocráticos y violadores de derechos humanos.
Este vínculo es particularmente preocupante en el contexto de radicalización de la dictadura sandinista, que profundizado sus mecanismos de represión. Esta visita sugiere que China podría estar ofreciendo asistencia para fortalecer las capacidades de espionaje y control de la dictadura de Daniel Ortega sobre la población nicaragüense.
China ha demostrado repetidamente su interés en expandir su influencia más allá de los intereses comerciales, adoptando una estrategia que también abarca la seguridad y la cooperación militar. La presencia del Ministerio de Seguridad Pública de China en la política exterior refleja un giro hacia un autoritarismo más asertivo bajo el liderazgo del dictador Xi Jinping, con un enfoque en la vigilancia interna y la represión de la disidencia. Esta cooperación no es benigna; implica una exportación de tácticas represivas y tecnologías de vigilancia que China ha perfeccionado dentro de sus fronteras.
La expansión de estas prácticas a Nicaragua podría resultar en un aumento significativo del control estatal sobre la ciudadanía nicaragüense, emulando el modelo de vigilancia masiva y represión que China ha implementado para sofocar cualquier disidencia. La historia ha demostrado que la colaboración entre autocracias tiende a reforzar sus capacidades represivas, y en este caso, la asistencia de China puede servir para consolidar aún más las capacidades represivas del régimen de Ortega, prolongando su capacidad para oprimir a la ciudadanía.
Según la filosofía del ministerio de seguridad de China, “los espías extranjeros están por todas partes e infiltran todo, desde aplicaciones de mapas hasta estaciones meteorológicas”. Están encargados de sembrar paranoia en la militancia del partido comunista. Quieren exportar ese método.
Ese ministerio también ha publicado detalles de lo que afirma son actividades de espionaje llevadas a cabo por agencias de espionaje estadounidenses y británicas, y ha explicado cómo supuestamente la CIA ha reclutado a ciudadanos chinos que estudian o trabajan en el extranjero. Por esa razón, los chinos “entrena” también a miembros del partido para que aprendan técnicas para vigilar a sus vecinos y denunciar cualquier acción sospechosa de “traidores” y “enemigos de la revolución”, según ellos.
Por esa razón este tipo de relación es perversa para las libertades en Nicaragua. La influencia de China en el fortalecimiento de las capacidades de espionaje del régimen sandinista podría llevar a una mayor represión, violaciones de derechos humanos y la erosión de cualquier vestigio de privacidad y acción cívica.