Opinión / Ensayos · 27/08/2024

José Alberto Montoya

Muito obrigado

*José Alberto Montoya

            Hace cuarenta y cinco años, un mundo que se balanceaba entre el garete de las dictaduras militares de derechas y las guerrillas de izquierdas que aspiraban a triunfar como la revolución cubana, conocieron el nombre de José Daniel Ortega, un hombre joven que se convertía en el rostro de la Revolución Popular Sandinista, un movimiento que unió a todo un país bajo la esperanza de derrocar una dictadura y que defendió con entereza la dignidad de su revolución contra las agresiones directas de Estados Unidos por boicotear ese esfuerzo popular; ese es un Daniel Ortega.

            El problema ha sido que pareciera que la historia se congeló en esa figura y la óptica de algunas personas no logran ver que el comandante ahora es más parecido al caudillo español, Francisco Franco, la imagen de un dictador totalmente envejecido que logró consolidar todo el poder de su país en su figura, aplacando con toda la fuerza cualquier disidencia; sin duda, Ortega es el más somocista entre lo que alguna vez se conoció en Nicaragua como somocismo.

            Mientras Nicaragua conmemoraba su primer año del triunfo de su revolución, el líder sindicalista brasilero, Luiz Inácio Lula da Silva había sido arrestado y condenado por un tribunal militar tras liderar una de las mayores huelgas en tiempos de dictadura en el Brasil; ese preso político, se convirtió por primera vez en presidente de su país en dos mil tres, junto a la oleada de gobiernos progresistas, creció una amistad con Daniel Ortega que parecía inquebrantable.

            Lo verdaderamente cierto, es que el Pdte. Lula ha demostrado en su retorno al poder, en perfilarse como un progresista moderno, dejando a un lado los radicalismos, lo que le ha permitido un crecimiento de su economía, estabilidad sociopolítica y ser una de las voces más influyentes de la región. Claramente, Brasil al ser un país continental, Lula gobierna en coalición y sus aliados provienen de las luchas sociales que fueron víctimas del periodo ultraconservador de Bolsonaro, lo que ha sido clave para que el presidente se mantenga en la línea de la cordura y la coherencia.

Ortega se ha visto gobernando en solitario, tanto dentro como fuera del país, las izquierdas en el mundo cada vez, están dejando a un lado la parte “consentidora” cuando una persona de izquierdas comete crímenes y reprime a su pueblo, porque el mundo está en constante cambio y ahora, es indispensable para militar, los feminismos y el respeto íntegro por la dignidad humana; lo que deja en completa evidencia al orteguismo.

El pdte. Lula puso sobre el tablero si en realidad hace cuarenta y cinco años, Ortega había sido impulsado a liderar la revolución para democratizar al país o simplemente para sustituir a Somoza, ahora lo tenemos claro, y la izquierda latinoamericana, por mucho que la más radical no lo quiera mencionar, también.

El dictador, como buen dictador, intolerante ante cualquier cosa y porque no tiene el poder de encarcelar a Lula como ha hecho con centenas de nicaragüenses, rompe relaciones diplomáticas con Brasil y sale despotricando en contra de su presidente (que si fue democráticamente electo), sin duda, es una alegría que Ortega esté enterado de los ojos con que lo ve este nuevo mundo y esta nueva América.

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José Alberto Montoya

Escritor - Estudiante de Economía Empresarial.